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miércoles, 19 de diciembre de 2012

Vettones, tibetanos, indios y muertos

En los últimos días, me he quedado perplejo ante un paralelismo que he encontrado en tres regiones muy dipares de nuestro planeta: el centro de la Península Ibérica, el Tíbet y América del Norte.
Es una costumbre que, aunque siempre la hemos tenido ahí las personas a las que nos gusta el western, nunca había tenido en cuenta, por lo menos yo; o no me había dado cuenta. Se trata de la exposición a la interperie de los cadáveres, sobre todo de los guerreros muertos en batalla. Es una costumbre que, aunque podríamos catalogar de "salvaje", realiza la función de querer lo mejor para la persona que muere y que ha de ascender al cielo. 
En el primer caso, el de los Vettones; estos eran un pueblo prerromano de la Península Ibérica, que ocupaba el territorio que actualmente comprende Ávila y sus provincias limítrofes. Formados al amparo de la cultura celta procedente del Norte de Europa, pero con alguna influencia de los iberos del Sur de la Península, formaron parte de una cultura que se ha denominado "Celtibérica" junto con otros pueblos del centro peninsular. Precisamente de esa influencia celta, tendríamos esa exposición pública en las necrópolis, de cuerpos de caídos heróicamente en batalla. De ésta manera, según nos narran autores latinos, como Silio Itálico, al ser devorados por los buitres, sus cuerpos y almas ascenderían antes que las de las personas enterradas, a unirse con los dioses celestiales. Esa tradición, la encontramos en autores como Aristóteles cuando habla de la falta de temor a la muerte que muestran los pueblos celtas. Y, claramente, esa tradición recogida por el sabio griego, la encontramos en Silio y otros autores latinos, como Livio. Repasando un muy buen artículo de Gabriel Sopeña sobre rituales mortuorios y combate en la cultura celtibérica, el autor afirma que, la única muerte digna e la del combate, si nos atenemos a lo que las fuentes, siempre latinas o griegas, nos cuentan sobre estos gradiosos guerreros, que lucharon, codo con codo, con las legiones romanas, -previa conquista romana, no precisamente muy pacífica-.
El siguiente caso, en ésta línea, sería el de las tribus de nativos americanos de América del Norte. Todos los que hallamos visto una película o documental sobre el Oeste, tenemos en la retina imágenes de esos cementerios fuera de los poblados, alejados, donde en unos soportes de madera, se exponía a los muertos, sobre todo los caídos en combate. De hecho, en algunos films como "Pequeño Gran Hombre", basado en la novela homónima, y que venía a denunciar, de una manera velada, la Guerra del Vietnam, incluso algunos nativos se iban a "dejarse morir" a la necrópolis, aunque hay que decir que este esquema responde sólo al comportamiento de algunas comunidades. Fastuosidades hollywoodienses a parte, lo cierto es que estos cementerios existen, y hoy en día, los que no fueron destruidos en las "Guerras Indias" de mediados-finales del siglo XIX, siguen siendo loados, y vetados para el público en general -obviamente-. 
El tercer parentesco de exposición post mortem lo encontramos en el Tíbet. La región, hoy en día invadida por China, intenta seguir las tradiciones culturales. Y la exposición pública de los cadáveres, en una especie de fosas comúnes, fuera de los poblados, es una de ellas. En este caso, son todos los enterramientos los que se realizan de esta manera, sin distinguir clase o condición. Incluso hay unas personas que se dedican a descuartizar el cuerpo y exponerlo a los pájaros para que se lo coman. En ésta ocasión también para llegar antes, según sus creencias, al cielo. Esta tradición también es seguida por tribus como los Menba, que pueblan parte del Tíbet. 
Mención a parte merece el bosque de Aokigahara, cercano al Monte Fuji, en Japón, donde las personas se suicidan, quedando expuestas públicamente para que cualquiera pueda ver los cuerpos.
Es escalofriante, pero es una tradición que se viene repitiendo desde hace decenios.
Así pues, vemos como, de manera necrológicamente increíble, una vez más, la mente del ser humano, es inabarcable. El hecho de que tres culturas totalmente diferentes, y distantes entre sí por miles de kilómetros y años, realicen actos de este tipo, tan parecidos, nos habla mucho de la evolución común de nuestra mente, como especie, dentro de un todo.


Imagen de buitres acechando en un cementerio tibetano