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martes, 18 de marzo de 2014

Cine e Historia Antigua

¿Puede ser compatible escribir sobre algún hecho histórico, respetando el hecho en sí?

Esta pregunta muchos nos la hemos hecho cuando, acudiendo al cine a ver una película basada en algún hecho de la Historia de la Humanidad, o comprando una novela del mismo tipo, esperamos, muchas veces por deformación profesional, que satisfaga nuestros más horribles deseos históricos.
En los últimos años, debido en gran parte a la crisis no solo económica de la que adolecemos, necesitamos héroes. Personas como Temístocles en la reciente película "300: el origen de un Imperio" -no sé qué Imperio, pero ese es otro tema-, que sea capaz de coger a toda una masa social de diferente condición y pensamiento, uniéndola, armándola de valores y echando al persa. Incluso en el doblaje al castellano que pude ver en el cine, el personaje ateniense usa una frase: "prefiero morir de pie a vivir de rodillas", atribuida a Emiliano Zapata.
Pero por otro lado nos encontramos al héroe solitario. Esa persona, como el personaje principal de la película "Centurión", que se da cuenta de que la sociedad ya no tiene remedio y prefiere vivir en el lado salvaje de la vida, como diría Lou Reed. Ha salvado a su patria, ha perdido amigos, pero se lo pagan apartándolo del Imperio que le exigió tantos años de su vida.
Todos estos clichés obedecen a la visión que en nuestra época tenemos del mundo antiguo. Unos clichés, o presupuestos históricos, como diría nuestro querido Antonino González Blanco en la asignatura de primer año de carrera, que cada sociedad con la mentalidad predominante impone a un pasado en parte inventado por nuestro concepto de lo épico, de lo bueno y de lo malo. Y unos presupuestos que son usados como armas arrojadizas por quienes se atreven a opinar sobre todo y sobre todos: los que defienden las ideas políticas. Es un hecho notable que la Antigüedad en general y Roma en particular han sido usadas por diferentes gobernantes desde el mismo momento en que Rómulo Augusto fue depuesto. 
Siempre ha existido la referencia al pasado glorioso, usada sobre todo por personajes de toda índole que han querido ganarse el afecto de un pueblo herido, normalmente en épocas de crisis como la que vivimos. Nombres como Vercingetorix, Viriato, Arminio, Boudica, son usados por movimientos nacionalistas desde el siglo XIX; objeto de atractivo turístico, etc. Pero ¿sabemos realmente cómo pasó lo que páso, o si sucedió en realidad? ¿Viriato unió a todo el Oeste peninsular contra Roma? ¿O fue un campesino que les dio algo de problemas? ¿Arminio realmente consiguió que los romanos se fueran de Germania? ¿Llegó Boudica a las puertas de Londinium? 
Aunque es cierto que la mayoría de las veces la Historia la escriben los ganadores, también es cierto que se suelen destacar muchos hechos para hacer ver la grandeza de la cultura que los describe, haciéndonos ver que pase lo que pase: "Viva Roma ´manque pierda´".
Así pues, podemos concluir reafirmándonos en lo que escribíamos al principio: siempre hemos necesitado héroes y siempre los necesitaremos porque el Ser Humano necesita líderes sin mácula dentro de su esquema social, que lo guíe ad augusta per angosta.


Cartel de la película "La Batalla de Maratón"

jueves, 16 de enero de 2014

Iberos y metrosexuales

No podíamos empezar el año 2014 sin una entrada sobre un tema que me lleva rondando en la cabeza desde que realicé, siendo un estudiante de tercer año de carrera, mi primera visita al museo de Arte Ibérico del Cigarralejo. Un museo que se distingue por tener una de las colecciones arqueológicas más completas, referentes a esta cultura que se desarrolló en una parte importante de nuestra Península desde la  Edad del Hierro hasta la conquista romana.
Me dejó fascinado el arte ibérico, que bebe tanto de culturas como la fenicia o la griega, su escritura aun por descifrar, el modo de enterramiento que ha facilitado el que hoy en día tengamos unos restos espectaculares en lo que se refiere a cultura material, etc. Pero otra cosa que me llamó la atención fue el que normalmente, en tumbas asociadas al género masculino, se hayaran pinzas de depilar. Uno, no muy ducho por aquel entonces en aquellas materias -y que sigue sin estarlo- se quedó de piedra al oir a la directora del museo decir: "en esta vitrina podemos observar pinzas de depilar masculinas".
¡Los iberos se depilaban! Había caído un mito. El del "macho ibérico" mostrado por las películas de Landa, Pajares y Esteso. Ese animal bravido con pelo en pecho y cruz de oro revoloteando entre el sudor que avistaba bañistas suecas en las playas del Levante. Ese hombre que, aunque haya pasado su tiempo, algunos -y algunas- todavía recuerdan con nostalgia. Porque claro, según la imaginería popular que podemos ver desde el siglo XIX, e incluso en algunas fiestas actuales, el ibero es un hombre rudo, que no vacila al pelear contra los demás por su territorio, guerrero, casi anárquico, que viste con pieles. Un Conan en toda regla que sacrifica niños y bebe sangre enemiga. Y nada más lejos de la realidad...

La sociedad ibérica o ibera se caracterizaba por tener un componente de influencias procedentes de diversas partes de la geografía mediterránea muy alto. En su arte, y siempre dependiendo de la zona a la que vayamos podremos observar ejemplos que nos hacen pensar en Grecia, Egipto, Fenicia...
Pero nos vamos a quedar con el tema de los pelos. 

El caso es que nos puede resultar raro el uso de pinzas de depilar por parte de los iberos, junto con su cabello que puede ir desde lo más cuidado a lo más greñoso, y podemos caer en la tentación de pensar que es sólo por estética. No dudo que ese sea uno de los motivos, pero ahora llega la parte que intenta ser seria: el uso religioso del pelo masculino en las culturas mediterráneas -en África también existe ese uso religioso o de tránsito pero nos vamos a centrar en la cuenca mediterránea-

Como digo, nos puede resultar raro, extravagante, atípico, el uso de las pinzas de depilar; pero no. Es solo uno de los aparatos que posiblemente se usaran, al igual que las navajas, para representar el paso de la juventud a la edad adulta. Vamos a quedarnos con dos ejemplos que, aunque se dieron en diferentes épocas, abarcan la geografía cercana a la Península Ibérica. 
El primero de ellos lo encontramos en la cultura púnica, los que comúnmente conocemos como carthagineses. Obviamente debido al influjo de la cultura fenicia, ellos usaban la rasuración de manera religiosa,o bien para dar el pelo cortado a un dios como sacrificio, o para rasurar por primera vez al joven que ha llegado a ser adulto. En enterramientos descubiertos en Túnez, Cerdeña o Ibiza, hayamos ejemplos más que de sobra con navajas de afeitar. Además, no solo para los púnicos, y no solo en época antigua el oficio del barbero ha tenido relevancia social. En la Edad Media, por ejemplo, el barbero ejercía también de médico en algunas poblaciones. Incluso en la misma Túnez,en la actual ciudad de Kairouán se encuentra la mezquita del Barbero, en la que según narra la tradición hay pelos de la barba de Mahoma y estaría enterrado su barbero personal. 
El segundo ejemplo lo encontramos, como no, en nuestros colegas romanos. Se sabe que hasta por lo menos el siglo II a.C. el uso de la barba estaba asociado a la juventud y que, por lo menos hasta lo cuarenta años -el que llegaba- era común usarla incluso a la manera griega -tened en mente la película 300-. Además, sabemos que la primera vez que un joven se rasuraba la barba, ese pelo era llevado a un altar y quemado en honor a un dios para la protección del muchacho al llegar a la mayoría de edad. 
Obviamente no debemos olvidar el componente estético. En Roma, ya a fines de la época republicana, se van imponiendo modas que claramente son un fiel reflejo de lo que ha crecido el Imperio, al igual que pasaría con los púnicos y con los mismos iberos. Lo que siempre debemos tener en cuenta es que esta cultura no es esa aglomeración bárbara de personas sin civilizar. Tenían una escala social, unas creencias, unos valores y todo ello dentro del organigrama del pensamiento y la evolución de nuestro Mar Mediterráneo.


Escultura ibera que representa a un hombre con el pelo peinado hacia delante y la cara rasurada. Museo de Arte Ibérico del Cigarralejo (Mula)

lunes, 9 de diciembre de 2013

"No mires atrás". Zombies y mitología.


Si comenzáramos hablando de una ciudad o un grupo de gente, establecido en un sitio de manera permanente, que les aleja de una realidad hostil, pero que, tras un cruento ataque llevado a cabo por otro bando deben abandonar la seguridad de ese sitio buscando cada uno la manera de sobrevivir. Si les dijéramos que los protagonistas -así se queda claramente expuesto- son un padre y un hijo que deberán de peregrinar salvando mil obstáculos para llegar a un final incierto... Podríamos estar pensando, los que tuvimos que estudiar latín y mitología, tanto en el instituto como en la carrera -lo siento futuros estudiantes, esto por desgracia no lo cataréis gracias a la actualidad- en el relato apasionante que hace aproximadamente dos mil años escribiera Virgilio sobre un hombre llamado Eneas que, desde una Troya destruída por los griegos debió de buscarse la vida junto con su padre Anquises y su hijo Ascanio. Un personaje, obviamente desarrollado por el autor a partir de los relatos homéricos para justificar la antigüedad de Roma. 
Pero lo relatado en las primeras líneas no tiene nada que ver con eso, ¿o sí? Se trata del final de la primera parte de la cuarta temporada de la serie "The Walking Dead" -basada en parte en los cómics del mismo nombre-. Ese final abierto nos deja a Rick -¿Eneas huérfano?- y a su hijo Carl -¿Ascanio?- huyendo tras una batalla en la que un tanque -¿caballo de Troya?- de manera más literal que el caballo usado en la ciudad anatolia ha atravesado sus verjas y tras él otro bando de humanos supervivientes con el extraño personaje llamado "el Gobernador" encabezando la oleada. Todos los que han sobrevivido al ataque han tenido que huir del refugio en el que se escondían -casualmente una prisión que les liberaba de una muerte segura-.
Vemos cómo elementos literarios o mitológicos usados hace milenios por un viejo alrededor del fuego para entretener o intentar explicar cosas que se perdían en los recuerdos de quienes le escuchaban, son usados de manera más o menos buscada, para hacernos atractivo el seguimiento de una serie de TV en la actualidad. Cuánto no hemos cambiado. 
"No mires atrás" es la frase que Rick va repitiéndole a su hijo Carl mientras estos se alejan de su prisión de libertad, dejando tras de sí un reguero de sangre, muerte, destrucción y desconocimiento de cómo estarán los amigos y supervivientes, entre ellos la otra hija de Rck, Judith. Casualmente, Judith es el título de uno de los libros del Antiguo Testamento, usado para explicar la invasión por parte de los asirios a la zona de Babilonia y Fenicia. Judith -traducido por "la judía"- es la encargada de guiar a su pueblo a la victoria sobre el invasor, que se extiende como una plaga. Y será Judith la que, valiéndose de artimañas consiga rebanar la cabeza al general asirio Holofernes, como bien retrató en su día Caravaggio. Para el que no lo sepa, a un "caminante" -como lo llaman en la serie- o un "zombie" se le mata atravensándole la cabeza, ya sea de un fuerte golpe, disparo, una espada...


"Judith cortando la cabeza a Holofernes (Caravaggio)"

Imagen extraída de la serie "The Walking Dead"





miércoles, 4 de diciembre de 2013

Caballos asesinos

Muchas veces en nuestras vidas nos topamos con relatos que no hemos buscado. Con historias inconexas con aquello que realmente esperábamos encontrar. Historias que nos eligen. O simplemente imaginaciones nuestras basadas en suposiciones que no llevan a ningún sitio.
Pienso en ello mientras comienzo a teclear estas líneas y ojeo el cuaderno en el que escribo lo que se me ocurre, esas cosas que con el tiempo se convierten en las paupérrimas entradas de este otro cuaderno digital.
Esta vez les ha tocado a ellos, a los équidos. Ese animal que acompaña al hombre desde hace miles de años y que, sin proponérselo, es el omnisciente en estas tres historias que parecen relatadas por el mismo autor, aunque entre ellas haya cientos de años.

Vamos a comenzar nuestra andadura allá por el año 229 a.C., en el Sureste de la Península Ibérica. Un personaje púnico u cartaginés, como bien pudieran o quisieran entenderlo, llamado Amilcar, lleva unos cuantos años con sus tropas intentando establecer una red segura comercial entre los pueblos iberos que viven en el Sur de la península y la capital de su ya no tan amplio "imperio". A veces, aunque ellos son más de comercio y parlamento, deben hacer frente a luchas contra alguno de estos estados -o ciudades-estado- pues muchos de ellos son celosos de su tierra y materia prima.
En uno de esos combates, aproximadamente en la zona de la actual Alicante, parece ser que muere, o bien abatido por el enemigo, o porque cae de su caballo al intentar badear un río en plena batalla.

Nos situamos ahora, dando un gran salto espacio-temporal, en los momentos finales del siglo XII. Se ha proclamado la III Cruzada tras la pérdida de Jerusalén por parte de los cruzados cristianos y los tres monarcas más importantes del momento en Europa emprenden esta dura empresa. Uno de ellos es Federico I Hohenstaufen, más conocido por nosotros como Barbarroja. Éste, tras una batalla dura contra los musulmanes en el Sur de la actual Turquía -conocida como la Batalla de Aminium-, se prepara para apearse de su caballo pero tropieza, y muere ahogado en su propia armadura. Estaba a pocas jornadas de llegar a Tierra Santa para unirse a los ejércitos de Felipe II Augusto de Francia y Ricardo I Corazón de León, de Inglaterra.

El tercer y último relato, tiene como protagonista a un muchacho que podría haberse convertido en rey de Portugal y las coronas de Castilla y Aragón. Alfonso, hijo de Juan II, había casado con Isabel de Aragón, primogénita de los Reyes Católicos y, por ende heredera al trono de ambos reinos hispanos. Esta unión tenía como objetivo lo que años más tarde consiguió Carlos V, al casar a su hijo Felipe con María Manuela de Portugal: unir todos los reinos de la península en una sola corona. Pero estos planes se vieron truncados un alegre día de verano de 1491 cuando este, supuestamente dando un paseo a caballo por el río Tajo, cayó de su montura y murió en el río. Casualmente la persona que lo acompañaba desapareció para los de su tiempo y para nosotros. Su mujer Isabel, casó con el primo de este, el futuro Manuel I de Portugal, que tan buenos tiempos trajo a su reino aunque ya no pudo ser rey de todas las coronas hispanas, pues el testigo de rey de Castilla y Aragón pasaría a Carlos, hijo de Juana y de Felipe "el Hermoso".

Como podemos apreciar en estos tres relatos, tan reales como increíbles, el elemento común entre ellos es que todos mueren en un río cuando iban a caballo o se apeaban del mismo. Bien podemos pensar que puede tratarse de una coincidencia al haber pasado, sobre todo entre la primera y la segunda historia, más de mil años. Pero si nos acercamos a los que hablan del asunto, en un primer caso, y a quién beneficiarían dichas muertes, sobre todo en los últimos casos, podríamos llegar a concluir que puede haber sido un uso literario por los narradores de las vidas de dichos personajes para esconder un asesinato.
Si empezamos por Amilcar, las fuentes no se ponen de acuerdo a la hora de explicar su muerte. Por ejemplo, Diodoro de Sicilia (25, 10, 3-4), que sería el más cercano a los hechos, es el que nos narra la muerte por la caída del caballo; pero Tito Livio (XXIV, 41, 3) nos cuenta directamente que muere en combate contra una tribu ibera de la zona. ¿A quién beneficia la muerte de Amílcar? Sobre todo al Senado de Cartago, que no veía con buenos ojos esas campañas más personalistas de algunas familias con dinero, que a la larga trajeron la Segunda Guerra Púnica y, por ende, la destrucción total del Imperio Púnico. Como la Historia es sabia, pero los que la hacen no, la muerte de Amilcar sólo trajo consigo el afianzamiento púnico en el Sureste y la creación de uno de los mayores estrategas militares del Mundo Antiguo: Aníbal, hijo de Amilcar.

El segundo personaje, Federico I, se disponía a llegar a Tierra Santa por el Norte de Siria o Sur de Anatolia, como bien prefiramos, siguiendo, según Runciman en su Historia de las Cruzadas y más tempranamente Ansbert en la Gesta Fredirici, el mismo camino que siguieta Alejandro Magno, lo cual da más importancia o lo pretende, a la figura del emperador germano.
Toda la campaña iniciada un par de años antes, en la que, si hacemos caso a las cifras dadas por Arnald de Lübeck, su ejército constaba de entorno a más de 100.000 hombres de armas, dio al traste el 10 de Junio de 1190 al caer del caballo cuando intentaba beber agua, al llegar al reino de Seleucia. Casualmente el emperador bizantino Isaac había intentado complacer a todos, pactando con los seleúcidas que, a la sazón eran en cierto modo aliados de Saladino, pues su reino era la llave para llegar a las posesiones de Tierra Santa. Con lo cual, la sombra del asesinato pesa sobre este segundo caso también.

El tecer y último caso, nos presenta a un muchacho, como hemos planteado antes, que tenía sus miras en las cotas más altas de un poder cambiante. Un poder que viene de la imagen medieval de la monarquía, y que avanza a pasos forzados hacia lo que se entendió como la modernidad. 
Alfonso murió en extrañas circunstancias, para el bien de Castilla y Aragón pero para el mal de Portugal. Su llegada al trono habría supuesto, visto desde una óptica castellana o aragonesa, la no expansión hacia otras monarquías europeas como el Sacro Imperio Romano Germánico puesto que al ser el marido de su primogénita, habría sido el rey de Portugal y las dos coronas. Años más tarde, el tiempo demostró que, en el caso de que su muerte hubiera sido premeditada, eso no hubiera importado pues Isabel se casó con el futuro Manuel I, aunque la corona fue a parar a Carlos, nieto de los Reyes Católicos, e hijo de la Infanta Juana.

Como vemos, esas tres historias tienen un hilo en común, que puede ser la utilización del caballo y el río, este último usado como sinónimo de muerte de manera literaria. El agua, los ríos, los pozos, son elementos usados para significar la muerte de alguien ya que el agua es como el transcurrir de la vida, que todo se lleva y que al final acaba desembocando en el mar del olvido.


Hay quien dice que muchos soldados germanos se suicidaron al ver el cadáver de su emperador. Imagen de una obra de Gustave Dore (siglo XIX) sobre la muerte de Federico I





lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre derrotas de Roma 3: "Varo! Devuélveme mis legiones"...Teutoburgo

Esta frase atribuida por Suetonio a Augusto, es tal vez una de las más repetidas en lo que respecta a la historia de las grandes catástrofes militares.
Corría el año 9 d.C. (762 a.u.c.) cuando una noticia asola la domus augusta en Roma: gran parte del ejército del limes germánico ha sido aniquilado por tropas de queruscos junto con otras tribus de la zona, en una batalla, si se le puede llamar así, de tres días, en la que, aprovechando los condicionantes geográficos, el ejéricto romano, formado por las legiones XVII, XIIX y XIX ha sido emboscado. Para que nos hagamos una idea sobre el número de personas fallecidas, sobre todo por el lado latino, quedaron en pie menos de veinte personas, de un ejéricto compuesto por unos veintemil efectivos. Unos efectivos que no estaban preparados para luchar en unas condiciones más que adversas: el bosque de Teutoburgo, cerca de la actual Kalkriese (Alemania). 
El enemigo: la tribu de los queruscos junto con otros aliados. Arminio, un joven guerrero criado y educado al amparo de Roma, aprovechó sus conocimientos sobre este ejército para poner en práctica una emboscada y así, hacerse en parte con el mando de la tribu a la que pertenecía. Pero la alegría no le duró mucho tiempo, pues su cabeza no tardó en colgar de una pica, asesinado por atreverse a intentar imponerse sobre un jefe superior, y su mujer fue llevada años más tarde como esclava a Roma.

Imagen idílica de Arminio usada en época Nazi

Moneda romana con la efigie de Varo,   



















Es curioso que, a lo largo de la Historia, el ejemplo del extranjero criado en una cultura imperialista, con una educación que hoy llamaríamos de corte "occidental" y que luego vuelve a sus fueros luchando contra los que un día fueron sus "amigos" se repita bastante. Lo mismo que hizo Arminio es lo que en el siglo XX, pero no de manera violenta, haría Gandhi; o lo que pasaría con Bin Laden y los USA. Personas nacidas en regiones o países que dependen de otros, de una u otra manera y que, de la noche a la mañana vuelven a su lugar de origen para luchar contra lo que piensan es un opresor. Obviamente a algunos casos sí lo es.
Tenemos también que analizar lo que sobre los personajes dicen las fuentes más cercanas a la batalla, como Veleyo Patérculo, Tácito, etc. Por norma general se excusan diciendo que Varo, aun perteneciendo a una rama lejana de la familia imperial, había tenido problemas con asuntos turbios de dinero durante su mandato en Siria y que Arminio siempre había estado, desde su vuelta con los queruscos, cambiando de bando. Estas son utilidades literarias que se permitían los autores antiguos para disfrazar una realidad, y es que apenas contaban con efectivos en el limes germano tras la batalla, si se la puede llamar así, de Teutoburgo.

Movimientos de la batalla en el último día de lucha, según la publicación que sobre Teutoburgo realizó la editorial Osprey


Lo cierto es que a finales del verano del año 9 d.C., un ejército conducido por Varo se dirigía a sus cuarteles de invierno. De repente, una masa ingente de germanos lanzó un ataque en varias oleadas, que duró tres días, en el que la inmensa mayoría de las legiones romanas fueron aniquiladas en su práctica totalidad. Fue tal la derrota, que Roma tardó muchos decenios en volver a intentar tomar aquella parte de la Germania. Augusto cejó su empeño de llegar hasta el río Elba, quedando el limes definitivamente en el Rin.

Repercusión histórica de la batalla:

Además de las ya citadas consecuencias primarias que tuvo la pérdida en el bosque de Teutoburgo, la repercusión histórica de la batalla, sobre todo por el lado germano, queda patente en el uso de Arminio como gen de la patria alemana en los movimientos nacionalistas del siglo XIX que surgen tras las guerras napoleónicas. De hecho, ya en época de la guerra franco-prusiana, se emplea a Hermann como al unificador, como a Alemania. Este uso de una figura histórica con tintes legendarios a la hora de la exaltación nacional, no fue el único. Por toda Europa nos encontramos ejemplos como el de Vercingetorix en Francia o Viriato, un siglo más tarde, en España.
Además del uso de la figura pública, en las artes hallamos constantes referencias a Arminio, como en la obra homónima de Händel en 1737, los numerosos grabados sobre la batalla en sí o sobre el personaje que se realizaron entre los siglos XVIII-XIX o el famoso cuadro Thusnelda llevada en el triunfo de Germánico (ca. 1870), obra de K. Theodor Von Piloty.
Ya en nuestros días, el campo de batalla de Kalkriese, hallado definitivamente en los años setenta del siglo XX, pero del que se tenían noticias vagas desde el siglo XVIII, ha sido usado para la construcción del museo de la batalla y un intento de llamar la atención para fortalecer la unión de los países europeos y que hechos como el ocurrido allí hace 2004 años, no vuelvan a repetirse.

Cuadro de Von Piloty sobre la llegada de Thusnelda en la celebración del triunfo de Germánico (ca. 1870)


martes, 22 de octubre de 2013

Sobre derrotas de Roma 2: Carras o "La envida de Craso"

...Este hombre, por lo demás intachable e inmune a los placeres
no conocía medida ni aceptaba límite en la ambición de riqueza
ni de gloria...
(Vel. Pat. II-46)
De ésta manera definía, al empezar a hablar sobre la campaña fatal contra los partos, Veleyo Patérculo, el historiador romano, a Craso.
Si alguna batalla supuso un shock para la alta sociedad romana del siglo I a.C. -al margen de lo que supusieron las guerras civiles-, ésta sería la de Carras. Con esta pérdida y, sobre todo con la muerte de Craso, se acababa una época que había comenzado apenas unos decenios antes con la guerra que había llevado a Sila a ostentar un poder no visto en Roma desde que se fundara la República. Se comienzan a ver entonces los primeros atisbos de los personalismos que caracterizarán la política del siglo I a.C. y que acabarán con la intromisión del último Triunvirato y la llegada de Octavio -sobrino-nieto de César- al poder supremo y fundando el Principado.
Varios hechos refrendan ese cambio en la mentalidad del político-militar romano. Tal vez uno de ellos, imperceptible a veces, sea la creación de unos ejércitos privados que, si bien son vistos en épocas anteriores, ahora cobran más importancia para el personaje que los paga. Incluso algunos autores han querido ver en estos "guardias privados" el prototipo de lo que más tarde será la Guardia Pretoriana en tiempos de Augusto. Una guardia que, sobre todo en el siglo II d.C. llegará a ostentar un poder que incluso depondrá y pondrá emperadores.

Mapa del Imperio Parto, en el que podemos ver Carras
Si por algo se conoce a Craso, es por esta batalla, librada en el año 53 a.C. en la zona que actualmente se encuentra en la frontera de Turquía e Irak, aproximadamente. En época romana era una zona que había pertenecido al rey Tigranes y que estaba ligada al Imperio Parto. Los partos eran grosso modo, descendientes de los antiguos persas y ascendentes de los próximos sasánidas. Un problema al que Roma tuvo que enfrentarse desde que comenzaron los contactos con el Oriente mediterráneo. Y un problema, al que el envidioso Craso intentó, como otros tantos a lo largo de la dilatada historia romana, poner fin. Pero si hubiera logrado lo que pretendía, no estaríamos escribiendo sobre él ahora mismo.
Corría el año 53 a.C. (700 a.u.c.) cuando a este insigne personaje de la alta sociedad romana se le encargó, no sin pretenderlo él mismo, el ser "gobernador" de la provincia de Siria. Ya Cicerón nos cuenta en sus Áticas, los malos augurios que se dieron justo a la salida de Craso para Siria. Obviamente, este aderezo religioso-profético es usado en muchos relatos para remarcar, a toro pasado, que una cosa iba a salir mal. Ejemplos los encontramos en toda la literatura latina.
Según nos narran otras fuentes como Plutarco o Dión Casio, más lejanas en el tiempo al hecho, lo que movió a Craso a realizar esa incursión en territorio parto fue la envidia que le daba el ver como sus compañeros tenían éxito en sus campañas ulteriores. Pompeyo en el año 56 a.C. había obtenido el triunfo por su campaña oriental y César estaba a punto -solo un año después fue la batalla de Alesia- de conquistar toda la Galia. Así pues, parecía que el "hombre más rico de Roma" perdía terreno en cuanto a popularidad de refiere con respecto a sus colegas de gobierno.
Sí bien no es del todo cierto la afirmación de los autores romanos sobre que desde el comienzo de la campaña siria todo estaba perdido, dando una visión de Craso que no se amolda al rango ni a otras acciones realizadas en el pasado por el personaje, sí que la batalla de Carras parece una evolución de despropósitos desde su comienzo.
Disposición de los ejércitos en la Batalla de Carras (53 a.C.)
Tal vez, deberíamos echar más culpa de la pérdida al hijo de Craso que al mismo personaje en sí, puesto que es el joven el que parece aventurarse en persecución de un pequeño contingente parto que resultará ser un señuelo para separar al joven y su ala de caballería del resto del ejército de su padre. A esto deberíamos añadir la implicación de cierto sector de los auxiliares del ejército romano, de origen parto, que desertaron y se sumaron al contingente de Surena. Y es curioso añadir que, mientras los efectivos romanos triplicaban en teoría a los partos, fueron casi masacrados, algunos de los oficiales asesinados, y los restos de una legión parece ser que se perdieron en la inmensidad de Mesopotamia.
La táctica usada por los partos y a la que hemos hecho referencia en el párrafo anterior, fue la división del ejército romano en dos fracciones, que se vieron rápidamente rodeadas por los arqueros enemigos, casi sin posibilidad de huída, pese a estar en terreno en teoría favorable, entre suaves montes si esceptuamos donde se encontraban las poblaciones cercanas, entre ellas Carras, donde parte del ejército se refugió tras la gran primera batalla frente a esta.
Tras un día de encrudecida lucha, ambos bandos acordaron verse y pactar una tregua, lo que fue aprovechado por los partos para matar a Craso y, según nos cuentan fuentes como Plutarco, rociar su garganta en oro. Suponemos que esta historia sobre el oro puede estar relacionada más con magnificar el hecho de la pérdida que con la historia real y podemos interprearla como un intento de expresar, por parte de los romanos lo que alguno habría hecho a Craso si se lo hubiera encontrado tras el desastre que supuso su avariciosa y envidiosa campaña siria.
Pero el ardor sangriento parto no había sido colmado todavía. A los supervivientes se les ofreció escolta hasta Siria. Algunos junto con Casio regresaron por sus propios medios pues, como nos cuentan Dion y Plutarco, después de lo que le había pasado a su Consul, no podían confiar más en lo que ellos considerarían un Imperio de falsos y mentirosos. Pero un Imperio que les venció y les volvería a vencer y crear problemas, con diferentes nombres, durante los siguientes quinientos años. El resto, lo que sí confiaron en los partos, se enfrentaron a una muerte segura. Aún así algunos sobrevivieron el tiempo suficiente para volver a la libertad unos decenios más tarde, cuando Augusto, ya emperador, negoció su vuelta a Roma. Una vuelta que para muchos es ficticia, lo que ha creado ese halo de imaginación sobre una legión perdida, surcando ríos y mares de dunas, hasta llegar a lo que en época romana se llamó Sera Maior (China). Concretamente a una región del Noroeste, donde hoy en día se siguen investigando parecidos entre costumbres de la zona y las propias romanas.
Casualmente Surena, el general parto que había masacrado a Craso, sufrió una suerte parecida, pues fue asesinado por su emperador Orodes para que no intentara levantarse contra él, siempre según el relato de Plutarco.
De ésta manera acabó sus días el que había sido llamado "el hombre más rico de Roma". Un personaje digno de estudio que una vez soñó con mantener a todos sus colegas dentro de su puño, manejando sus vidas como lo había hecho su maestro Sila años antes. Pero la codicia y la envidia en los nuevos personajes más jóvenes -Pompeyo y César- hicieron que perdiera la cabeza...de manera literal.

Próxima entrega: "Teutoburgo, el azote querusco".


viernes, 27 de septiembre de 2013

Sobre derrotas de Roma 1: Cannas

Ahora que estamos en plenas fiestas sobre los balbuceos de nuestra ciudad, en concreto rememorando aquel inicio de Otoño del año 209 a.C., en el que Roma comenzó a vencer, vamos a iniciar un repaso por todo lo contrario: las derrotas más dolorosas del ejército romano. Lo haremos de manera cronológica, empezando por la que creo es la peor derrota en época republicana: Cannas. 
Obviamente hay otros episodios. Muchos dirán que nos dejaremos otras batallas en el tintero. He escogido cuatro, como las más representativas dentro de lo que significó la cultura romana. Obviamente he dejado de lado las batallas de las Guerras Civiles, debido a que son luchas fraticidas, y gane quien gane o pierda quien pierda, considero que siempre es el mismo bando.
Comenzamos un caluroso día del verano del año 216 a.C. Hacía dos largos años que Aníbal, uno de los personajes más carismáticos de la Historia Antigua, general cartaginés de la familia Barca, había abandonado la ciudad de Krt-Hdst, construída en teoría ex novo para albergar la capitalidad púnica en la Península Ibérica.
Las tropas romanas, que habían sufrido dos graves reveses -y aún sufrirían alguno más hasta la llegada de Escipión Africano- en Trebia y en el Lago Trasimeno, confiaban en poder parar la máquina bélica de los púnicos. Hay que recordar, que pese a haber ganado la Primera Guerra Púnica, hasta entonces Roma era una ciudad que intentaba abrirse paso dentro de la Península Itálica. Y que había sido precisamente a la hora de llegar a Sicilia, lo que había provocado, en parte, ese primer enfrentamiento con Carthago. 
El ejército púnico, si hacemos caso a las fuentes primarias sobre las Guerras Púnicas -Polibio, Tito Livio-, estaba formado casi prácticamente por tropas auxiliares procedentes tanto de los celtas galos, como celtas del norte de Italia, iberos, númidas, libios, etc. Pero no hay que engañarse sobre esta visión, que intenta buscar un por qué a la derrota de Carthago, basándose en que el ejército romano era mejor por estar formado por gentes de la ciudad de Roma y alrededores en gran medida. En los estudios realizados por Fernando Quesada, vemos como el ejército, al igual que el resto de caracteres sociales de la ciudad de Carthago, estaría muy influido de la cultura griega. Una cultura que tuvo mucho que ver también en el desarrollo del ejército romano, por lo menos hasta el siglo IV a.C., cuando previsiblemente cambia el concepto y aplicación de la lucha. De hecho, el ejército romano estaría peor preparado que el púnico para esta guerra, debido al modo en que se elegía dicho ejército, si hacemos caso a Polibio: en la plaza del foro de Roma, dependiendo del nivel adquisitivo y la edad. Repartidos en cuatro filas de infantería: veles, hastati, princeps, triari; más los socii y las alae de caballería.

Parte de los efectivos de una legión consular romana 
(ed. Osprey)
Representación efectivos púnicos (ed. Osprey)



















Así pues, tenemos, en esa llanura cercana a Cannas, a dos ejércitos, que tendrían cosas en común, como el uso por parte de ambos de los llamados socii -las tropas auxiliares- y cosas diferentes, como parte del armamento y defensa corporal. 
El ejército romano, comandado por  los cónsules Varrón y Emilio Paulo, al mando de dos legiones consulares cada uno más sus respectivos auxiliares, acamaparon a unos ocho kilómetros del campamento de Aníbal, construyendo dos campamentos: uno central más alejado del que fue escenario de la batalla, y otro de menores dimensiones, al cruzar el río Aufidus. 

Últimos movimientos de la batalla. Los rectángulos rojos representan los campamentos romanos.
Según nos cuenta G. Brizzi en su libro Escipión y Aníbal. La guerra para salvar Roma, fuente historiográfica de las más actuales que han tratado de una forma u otra el conflicto, la elección de Varrón como Cónsul ese año se debía más a la desesperación de la gente, que veía en el ímpetu de este hombre nuevo, una corriente de venganza reclamada por todos.
Tanto la historiografía como Brizzi, así como fuentes primeras más cercanas a la batalla, como Polibio (III, 118), echan la culpa de lo ocurrido en Cannas a los cónsules, especialmente a Varrón. Pero esto puede tener otra lectura, si consideramos que el otro cónsul era Emilio Paulo, suegro de Escipión el Africano; y si tenemos en cuenta que Polibio escribe sus Historias a sueldo de la familia de los escipiones. Parte de la obra se dedica a limpiar la imagen del Africano, vilipendiado al final de sus días, ya que fue acusado de robar dinero del erario público en sus campañas bélicas.

Volviendo a la batalla que nos ocupa, según también Polibio, se había encargado a algunos mandos el realizar lo que hoy consideraríamos una guerra de guerrillas (III, 106-4). Esto nos puede dar una imagen del miedo que tenía Roma a enfrentarse al ejército púnico. Pero nuestro amigo Varrón, justo el día que le tocaba tomar el mando de las 16 legiones a su cargo (ocho romanas y ocho de socii), decidió atacar en campo abierto a un Aníbal que se sabía superior, no en número, pero sí en táctica.
Casi todo el ejército fue masacrado en aquella llanura a los pies casi de la ciudad de Cannas, aquel día después de las Kalendas de Agosto del 216 a.C.
Esta derrota, la tercera seguida en un año sufrida por la ciudad del Lazio, provocó la casi derrota total en la guerra italiana. A esto, hay que unir, las deserciones dentro de los socii, como nos hace saber el mismo Polibio en referencias posteriores a la batalla, cuando la compara con la situación entre las poleis griegas en la misma época (V, 111-8).
Obviamente, tras este espectáculo sangriento del que solo unos pocos se salvaron, Aníbal tenía abiertas las puertas de Roma. Una ciudad que nunca tomó, a la que nunca entró y de la que sólo pudo apreciar el aroma de los bosques cercanos.

Próxima entrega: Carrae

martes, 3 de septiembre de 2013

Nuestros espacios

Entrar en cualquier tipo de templo suele despertar en el Ser Humano, por lo menos en muchas de las personas que conozco, una sensación de Paz interior, que transporta al que la vive a lugares inciertos de su mente. Un estado que en pocos sitios podemos encontrar, sobre todo, en este mundo que cada día nos conduce de manera más rápida a cualquier sitio. 
Pensaba en estas cosas al entrar el pasado día 25 de Agosto en la Iglesia del Estrecho de San Ginés, pedanía cartagenera, para colaborar con mi presencia y la de otros compañeros de causa, en la promoción de la procesión que cada año, sus habitantes le hacen al santo. Un santo cuya adoración se pierde en el tiempo entre reyes francos, monjes godos y cabezas galas cortadas. Un santo al que hemos dedicado en este espacio numerosas líneas porque apostamos por la regeneración del espacio que históricamente ha ocupado su santuario frente a las costas del Mar Menor, en un camino transitado desde antiguo por numerosas culturas, y que ahora ve pasar a los miles de coches que cada día atestan en verano la carretera que une Cartagena con La Manga, preguntándose muchos de los ocupantes de esos vehículos hasta cuando tiene que dormir ese convento el sueño de los justos.
No es que de repente el que escribe se haya vuelto un ferviente creyente, pero amo el patrimonio histórico como cualquier persona con dos dedos de frente, y a muchos nos gustaría poder desentrañar y sacar a la luz la Historia que todo ese conjunto esconde. Al igual que otros compañeros, en otro tiempo, han hecho en sitios que, si bien tienen una carácter religioso para las personas que los han construido, para los que los estudian o los visitan, muchas veces tienen un sentido de tranquilidad, sosiego y paz.
En muchos de los templos que he podido visitar, -y confío en que aún me queden unos cuantos por ver-, tanto de religión cristiana, como islámica, judía, romana, ibérica, los "arquitectos" han conseguido el propósito para el que construyeron el edificio, o ambientaron el espacio: conseguir que la persona que se introduzca en él, se sienta más cerca de su dios. 
En visita hace unos pocos años por algunas de las iglesias románicas del Pirineo catalán, recuerdo la sensación de proximidad con el Pantocrátor de Tahull, la luz tenue en el interior. O la Saint Chapelle de París, con unos muros casi inexistentes. El Santuario de la Encarnación de Caravaca, que antes había sido un templo romano, y aún antes un santuario ibérico, que nos da la bienvenida reutilizando toda la planta de la cella romana para realizar la ermita. Una ermita que, anque vacía, relaja los pensamientos negativos.
En fin, todo un complejo sistema de propósitos que intentan ayudar al creyente, y a los que no lo somos tanto, a llegar a la conversación directa con el dios de turno, o a sentirnos en un espacio que nadie nos puede perturbar: el nuestro.



jueves, 1 de agosto de 2013

Arqueologías veraniegas

     Algunos de los que leen este paupérrimo intento de expresión literaria saben que el que escribe se dedicó una vez a la Arqueología de Urgencia, llamada así a la que se realiza de manera privada, tabajando para empresas de construcción o de arqueología. Obviamente la llegada de la crisis hace que nos replanteemos los trabajos que queremos hacer, y los que podemos hacer. Por suerte actualmente me puedo dedicar a otro tipo de trabajo, relacionado con los estudios que realicé e igual de importante que la Arqueología: mostrar lo ya excavado para que las personas interesadas en la cultura y patrimonio que nos rodea puedan conocerlo de primera mano, en un yacimiento musealizado. Pero todavía me permito, -mientras me quieran-, el dedicar un mes veraniego a las excavaciones arqueológicas, que además me sirven para avanzar en el empecinamiento de terminar la tesis doctoral, comenzada hace un año aproximadamente.
    Hoy en concreto vamos a hablar de una de las excavaciones en las que participo, pero no de manera arqueológica, sino personal, debido a que desde 2006 me vi unido a esa ciudad de murallas mágicas, que cada año nos depara nuevos desafíos, con personas que van y vienen, con un grupo que se ha mantenido fiel en los últimos años, y que esta campaña ha realizado su particular canto de cisne, debido a que muchos partirán con alas renovadas a por nuevos desafíos, que espero les deparen mejor suerte que a mí.
    Además, los designos de los dioses me llevaron a comenzar una aventura que en Septiembre de este año ya cumplirá seis otoños, y que, como intento prever, me llevará al mejor de los puertos, a disfrutar de un futuro mejor en el Peloponeso.
    Por todo ello, creo que este enclave ha significado para los que hemos estado ahí hasta el final, un antes y un después en nuestras, de momento, jóvenes vidas, que un día se tornarán viejas y que recordarán estos días con un halo de nostalgia y alegría por habernos conocido, haber sufrido y disfrutado, reido y llorado, cantado, recitado poemas de personajes ilustres, lecturas comprensivas de textos incomprensibles y demás actividades que se quedarán en el subsconsciente para salir a flote de vez en cuando y decir: yo estuve allí.

viernes, 28 de junio de 2013

De Superman y otros dioses

Iba el martes al cine a ver la última revisión -ésta vez producida por Christopher Nolan y dirigida por Snyder- del superhéroe clásico del siglo XX para el que escribe: Superman. Una película que promete tener, como mínimo una segunda parte, junto con la inclusión de la historia del héroe interplanetario dentro de la "Liga de la Justicia".
Uno, que se ha criado viendo a Christopher Reeve volar por encima de Nueva York y sucumbir a los efectos de la Kriptonita, estaba un poco harto de las chapuzas que se habían hecho en las últimas décadas para intentar llevar la magia del cómic a la gran o pequeña pantalla. La serie de los años noventa era infumable, al igual que la adaptación para el cine de hace unos pocos años. De la serie de Smallville no puedo dar opinión porque no he visto ningún episodio. Tal fue la mala influencia que ejercieron en mí los actores de los años noventa.
Esta versión del clásico de DC me ha gustado más de lo que creía. Obviamente, cuando alguien va al cine a ver películas de superhéroes va con la premisa de trajes ajustados, poderes sobrenaturales y escenas de acción por doquier. Pero desde que Nolan nos invitó a entrar en su visión particular de Batman (mucho más cerca de los cómics y alejada de estereotipos que las películas anteriores de este personaje de ficción -excepto las de Tim Burton-), vas al cine pensando en que el ambiente creado por este creador de historias te envuelve y te acerca más al personaje principal, el cual tiene defectos humanos, alejados de esa perfección que se empeñan algunos directores en mostrar sobre sus héroes. Y no confundamos debilidad con defecto. Cuando me refiero a "defectos" hablo de cualidades humanas, comportamientos o sentimientos que se pueden interpretar como negativos por el gran público: el odio, el rencor, etc. Esos rasgos humanizan al personaje y lo acercan más a los espectadores o lectores. Aunque bien es cierto que algunas veces esas características pueden tener el efecto rebote de hacer pensar a los "humanos" que pueden estar más cerca del héroe.
Decía San Agustín algo así como que cuanto más te quieres alejar de todo lo que rodea a Dios, más te pareces a él. Supuestamente, si se intenta lo contrario, pasará que esas personas se alejarán más del modelo que quieren imitar. Por eso, la expresión "jugar a ser Dios" es muy repetida cada vez que alguien intenta crear vida, clonar o dominar a sus semejantes, convirtiéndose en algo alejado del modelo a seguir, precisamente por intentar imitar ese modelo. En las películas de superhéroes no faltan personajes que intentan dominar la vida de las personas, además de extraterrestres, como en el caso de Superman, que intentan hacer de la tierra su particular patio de recreo.
Pero volviendo el personaje de "El hombre de acero", un pensamiento turbó mi mente mientras veía la película el otro día, y es el de ver claramente los paralelismos entre el cómic por antonomasia estadounidense y Cristo, en un intento no muy sutíl por parte de los autores de dar mensajes de un nuevo salvador o mesías (el enviado). El que sea enviado como la única esperanza de su pueblo, inmerso en una guerra civil que acabará con el fin de su cultura (en este caso de su planeta), puede deberse a la intrusión de Roma y los conflictos internos del reino de Israel, arrastrados desde una época anterior. Incluso hay frases en la película que dejan entrever el empeño de los guionistas por hacer patentes esos paralelos. La conversación con el sacerdote, que le afirma quedebe realizar un sacrificio personal por el resto de la gente para que ésta crea en él, la frase del mismo personaje diciendo "llevo 33 años viviendo en este planeta", son pequeños destellos de ese empeño por hacer que Superman sea el nuevo Cristo.
Curiosamente hay otra película de hace algunos años, protagonizada por Edward Norton, llamada "El Ilusionista", en la que parece que el personaje al que interpreta Norton también tiene bastante parecido con otros de los hechos de la vida de Jesucristo: hijo de un carpintero, desaparece a los 12 años, volviendo cuando tiene una edad aproximada de 33 a su ciudad natal, Viena, donde es aclamado por el pueblo como el mejor mago del mundo; su mejor truco es el de "resucitar" a los muertos (Lázaro) y muere a manos del poder establecido, "resucitando" a los pocos días, debido a una sustancia que ingiere para aparentar su muerte, con lo que se acrecenta su leyenda.
Como vemos, los paralelismos velados entre la vida de héroes, ya sean cristianos, griegos, romanos o modernos, son muy recurrentes tanto en la literatura como en el cine. Esperemos que estos no dejen de sorprendernos con estos paralelos, y que nostros podamos contarlos...