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miércoles, 13 de julio de 2011

Tercera Parte

Amanece. En el horizonte susurros de pájaros dan vida a unas formas sombrías que todavía se ocultan de la ténue luz solar. Amanece. La luz vence un nuevo día a la tiniebla, que se aleja envuelta en nubes que forman una niebla de sensaciones, sólo palpables en un día de finales de otoño.
El coche parece que acaba de salir del túnel de lavado, debido a la escarcha que lo recubre, y unos pequeños bichos aparecen en el cristal. Ellos son el último vestigio que quedó del verano pasado.
Los vetustos edificios vuelven a aparecer como fantasmas del pasado, que nos recuerdan que otros antes que nosotros estuvieron llenos de vitalidad. Y que esa vitalidad se apagó un día. Pero podemos sentir sus ganas de vivir en las piedras que forman esos vestigios del pasado que son sus huellas. Su legado. Todo lo que otros se empeñan en destruir, pero que otros se obcecan en proteger.
Klauss ha llegado a una de las etapas del camino.
En su horizonte divisa un pueblo que se irgue sobre los pequeños montes que antes hacían de frontera entre castellanos y aragoneses...