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domingo, 26 de febrero de 2012

Scipio el magnánimo

Buscando información sobre uno de los temas principales que me vienen a la cabeza, -dejando a un lado la realidad social que nos persigue-, me he topado con un hecho el cual me gustaría resaltar. Me explico.

Desde hace un par de años me encuentro enfrascado en la lectura atenta del relato que de la ciudad púnica de Kart-Hadst (actual Cartagena, pasada Carthago-Nova) hace Polibio en el siglo II a.C. El escritor griego, al que le debemos el relato, no sé si más fiable, pero sí el más cercano que ha llegado a nosotros sobre la Segunda Guerra Púnica; relata claramente las victorias de Publius Cornelius Scipio Africanus para loar a la gens Cornelia, para la que trabajaba desde que fuera apresado en una escaramuza contra los griegos.
De todos es sabido, que en varios pasajes de sus Historias, nos introduce algún rasgo del "celebérrimo" Scipio, como que era capaz de comunicarse con los dioses; al igual que muchos héroes mitológicos o semidioses. Eso recubre la figura de Scipio de un aura cuasi divino. Y nos da una visión de lo que es ser romano, y la exaltación de la uirtus de la gente del Lazio. 
Pero un rasgo que me gustaría resaltar de la personalidad del gran estratega romano, y que Polibio nos introduce sin que apenas la notemos, es la de la magnanimidad. 
Esta cualidad del gran héroe de la Segunda Guerra Púnica, la podemos ver en algunos actos del Libro X de Polibio:

El primero de ellos hace referencia a, una vez tomada la ciudad que luego se llamaría Carthago-Nova. Al establecerse y dedicarse todos al pillaje (hecho que es descrito por Polibio pero que luego intenta maquillar el escritor griego), se le ofrece  a Scipius una joven (Polibio, Hist. X, 19, 3); tal vez la más bella de cuantas habría en la ciudad, de origen ibero. Este ofrecimiento es rechazado por el militar, enviando a la muchacha con sus padres de nuevo.

El siguiente, es con respecto a la conversión de los artesanos como esclavos públicos (como bien afirman autores modernos). Pero estos serían liberados al terminar la contienda (Polibio, Hist. X, 17), dando muestras sobre las dificultades y penalidades que se pueden llegar a pasar en una guerra.
Dentro del relato del escritor griego, nos encontramos más ejemplos como estos. Pero no deben ser tomados como hechos fehacientes. Leyendo entre líneas, nos damos cuenta como son intentos e historias insertadas en el relato para intentar suavizar la situación de la llegada de los romanos a Carthago-Nova. No debemos engañarnos. Es un acto de guerra, y necesitaban dar una lección a los púnicos donde más les dolía. Y eso era tomando su capital hispana. Además, los amplios restos de cenizas hallados en algunas excavaciones del centro urbano de la ciudad de Cartagena, nos dicen que la ciudad púnica fue destrozada casi en su totalidad (Calle San Cristobal la Larga, 2005-2006). Incluso podríamos intuir que existirían algunas zonas que no llegarían a ser urbanizadas del todo, y que la ciudad púnica fue más grande en extensión que la romana. Pero este hecho no ha podido ser constatado del todo. Así pues, tenemos unos actos supuestamente magnánimos, que podrían enmascarar una actitud más beligerante ante la población civil. 

lunes, 13 de febrero de 2012

Cneo y Sexto

Hermanos, e hijos de uno de los personajes de la Roma republicana más importantes. Para el devenir, y para el final de la misma. Cneo y Sexto Pompeyo, fueron hijos del gran Pompeyo Magno, a su vez hijo de Pompeyo Estrabón, que había participado en la primera guerra Civil, en torno al año 80 a.C.

Lo poco que conocemos de la vida de ambos, podemos encontrarlo, en gran medida, en dos autores fantásticos, pero que nunca llegaron a conocerse -obviamente, debido a la cronología dispar-: Cicerón y Dion Casio (o Cassius Dio como aparece en el mundo anglosajón). Sus composiciones suponen dos de los ejemplos más notables para explicar la historia de Roma, desde la perspectiva del animal político que fue Cicerón, y el senador de un imperio llevado a menos, como fue Casio.

El primero de ellos, en sus Áticas, relata en parte, la suerte que corrieron ambos hermanos, sobre todo durante la Guerra Civil, que enfrentó a César y Pompeyo, entre el 49 y el 45 a.C. Todos sabemos como acabó: tras Farsalia y Munda, la guerra acabó, y Pompeyo murió en Egipto. El Senado no pudo hacer nada frente al enclenque general de la famila Julia, que llegó al poder absoluto, muriendo pocos meses después -los famosos idus de Marzo-, a manos de los senadores que no veían con buenos ojos su ascensión, observada como un intento de devolver a Roma a los tiempos de la monarquía. No se alejaban mucho de la realidad, y a la sazón, la Historia les ha dado la razón. Pero debemos tener en cuenta que, aunque en Roma existía una República, éste es un modo de gobierno, en nada parecido al de las repúblicas actuales, de corte democrático. Aunque los ilustrados de finales del siglo XVIII como Gibbon, se empeñaran en ver un modelo a seguir en la política a llevar a cabo en su Europa.

Como he dicho anteriormente, las vidas de ambos hermanos, aunque cortas, fueron muy intensas, luchando ardientemente, aun después de perdida la guerra civil, contra los cesarianos que gobernaban ya las provincias. Concretamente en la Hispania Citerior, lugar donde se encuadra nuestra Carthago-Nova, llevaron a cabo varios movimientos bélicos, debido a que tenían el favor tanto de los iberos del Sureste como de los Celtíberos de la zona del valle del Ebro. Esto les hizo fuertes, e incluso acuñaron moneda, como nos relata Luis Amela. Este hecho fue imitado por ellos mismos tanto en Massalia como en Sicilia. 

Tras años luchando y ganando a las tropas cesarianas -no hay que olvidar que Carthago-Nova y Corduba estuvieron bajo su influencia algún tiempo-, un tratado firmado con Lépido -que más tarde formaría parte del segundo triunvirato junto con Marco Antonio y Octaviano-, les llevó fuera de la Península, dejando tras de sí una horda de seguidores, sobre todo en la costa mediterránea.

Así pues, se nos hace difícil imaginar una Hispania unida en la guerra de estos dos monumentos a la táctica e inteligencia militar que fueron Julio César y Cneo Pompeyo Magno. Podemos ver cómo unos pueblos hispanos apoyaban a uno o a otro dependiendo de la filiación que para con ellos se tuviera. Así pues, lo que algunas series de televisión actuales nos relatan -aunque estén basadas en hechos anteriores a las Guerras Civiles- habría que cogerlo con pinzas y colgarlo a secar, para luego, una vez limpio, ver el trasfondo político, que lo hay siempre, de cada manifestación actual. Debemos de tener en cuenta diversos factores a la hora de enfrentarnos cara a cara con las influencias que cada partido político pueda tener en diversos medios, que, a veces, no se esconden frente a ello. Esto, podría decir muy poco de ellos, pues siempre silenciarán lo que no les convenga, y darán coba al contrario. Ante esto, debemos abstraernos de lo que diga cada uno, y mirar con lupa todos sus comentarios, para después, llegar a nuestra conclusión, que nunca ha de ser de color negro o de color blanco. Obviamente todos podemos tener filiaciones de carácter político, y leer o ver diferentes medios, pero nunca debemos dejar que nos engañen del todo. Y nunca dejar que sea el ganador el que explique únicamente el hecho, pues será parcial. Aunque el del perdedor también.

Eso es lo que pasó, a mi juicio -que a veces peco de no tener-, con estos hermanos que, de no haber existido guerra civil -la cual parece ser que comenzó, en parte, con la muerte de su hermana, aunque eso lo dejamos para novelar-, se habrían convertido en dos de los mejores militares que habría tenido Roma. Y seguramente, Octaviano habría sido un chico enfermizo, poco amigo del campo, que destacaría en su labor de escritor.

domingo, 5 de febrero de 2012

Llegada del Padre Ioannes a la "montaña mágica"

Tras hacer dos noches al final en Spartaria, anduvimos el camino que nos separaba la ciudad del enclave en el que ahora nos encontramos.
Los restos de edificaciones paganas campan a sus anchas, con personas que malviven en ellos. A las afueras, hemos observado un cementerio que se está levantando a la margen izquierda de la vía que usamos para dejar la ciudad. Con horror, pude comprobar como en una de las tumbas, estaban tirando parte de los restos de un pobre muerto infeliz, para poner a otro en su lugar, dejando a éste primero a los pies del segundo. Un hedor insoportable llega a nuestras fosas nasales. El olor de la muerte no deja indiferente a nadie. Y menos en esta ciudad, donde cada día llegan nuevos cadáveres procedentes de las guerras que tienen contra los impíos godos. Esos llegados del norte, y que gobiernan desde más allá de las montañas que separan la zona de costa con el interior de Spaniam. Esos que gobernaban en Galia hasta que fueron expulsados por cruenta guerra.
Siguiendo en parte la antigua calzada romana, hemos pasado a caballo por lo que, creo, en otros tiempos fueron enterramientos de los romanos que gobernaron estas tierras, hace unos cuantos siglos. Las personas que viven alrededor, han destrozado el reposo de los que moraban las antiguas ciudades de los muertos. Que saludaban, a veces alegremente, a los caminantes que se acercaban a Carthago, la de las amplias murallas. Murallas que, parece ser que están siendo restauradas en parte. Nos comentó nuestro guía, Apostholos, que también habían visto restos de la que dicen, era la muralla que levantaron los fenicios llegados de Africa. Pero mis compañeros y yo, dudamos que sea cierto. 
Nos habían dicho, que incluso en algunas de las tumbas vivían personas. Y hemos podido constatar que esto es cierto, porque en la Hilada de piedras que quedan intactas de los antiguos, se levantan casas de una sola habitación. Las personas que las habitan han robado parte de las cubriciones de las tumbas, quedando las cenizas y huesos al aire. Es una imagen decadente, que viene a completar lo que pensábamos sobre la "capital" de la Renouatio de Iustinniano.
Pero el contraste con el paisaje que hemos podido ver en los montes cercanos, donde una vez hubo minas, es desolador. Todavía hay pequeños grupos de buscadores de tesoros y mineral, que secuestran a niños y los usan para entrar en las cámaras que quedaron abandonadas. Muchas veces esas cámaras se desploman, quedando los niños atrapados. Mi colega Vercinx, -nombre puesto por su padre, todavía impío-, tuvo que actuar y consolar a un padre. Su hijo, esclavizado por unos malhechores, fue sepultado en una de esas cámaras. Dos semanas después, sólo encontraron su cuerpo desmembrado, y sin brazos. Nuestro hermano, se quedó para acompañar a los padres en la liturgia por el niño, de siete años.
Finalmente, tras un día duro de camino, viendo más crueldades y penas de los hombres, llegamos, como de improviso, a la "montaña mágica". Es como llegar a otro mundo totalmente distinto. Hemos dejado atrás la penosa civilización, y hemos arribado a un vergel, cercano al mar. Todo en él es tranquilidad. Los árboles se agolpan en un festín de vivacidad, llegando a tapar, incluso, la pequeña ecclesia construida a la falda del monte. Tienen razón los que lo tildan de mágico, aunque caigamos en herejía. Sientes una paz al llegar, que te inunda y contactas con Nuestro Creador. Unos hermanos, llegados de diversos puntos del antiguo imperio que ahora se hace pedazos, se han instalado en la ladera del monte, realizando pequeñas cuevas. Viven de ermitaños, y los hermanos que viven abajo les suben comida y agua.
Pronto enviaré noticias sobre cómo es la vida aquí, pues recomiendo a todo cristiano que peregrine, por lo menos una vez, a ésta parte de la Carthaginense, apartada de toda banalidad.