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martes, 29 de enero de 2013

De cosos, cubiertas y anfiteatros

Diploma de licenciatura militar romana de la Cohors II Asturum


Hace un par de días aparecía en la prensa la noticia de la caída de la nueva techumbre que se había colocado, en la Plaza de Toros de las Ventas, en Madrid. Cuando vi las imágenes de antes de la caída -que casualmente se iba a inaugurar en los próximos días- me transporté de repente a un universo paralelo en el que todavía estamos en época romana, y nos dirijimos a la inauguración del nuevo anfiteatro, quedando estupefactos ante tan desordenada imagen. El techo en el suelo.
Ahora, obviamente quedará el "depurar" las responsabilidades. Algo que desde siempre ha gustado a los políticos; de ahora y de antes. Precisamente, en el año 64 d.C. se destruyó el anfiteatro Tauro, situado en el Campo de Marte, en el gran incendio provocado por Nerón -siempre según Suetonio- para construir su nueva Roma, echando la culpa, según la tradición y la película Quo Vadis, a los cristianos; cosa poco probable si tenemos en cuenta que por aquel entonces no se distinguían las comunidades cristianas de las judías, y que sería muy poco probable la creación, sólo unos treinta años más tarde de la muerte de Cristo, de comunidades cristianas organizadas. 
Pero volvamos a lo importante: las depuraciones y los edificios públicos. Hoy en día estamos muy poco acostumbrados a que un político de alto rango deje su puesto, o sea llevado a los tribunales por acusaciones o hechos delictivos supuestamente realizados durante su mandato. Sobre todo en nuestro país, con una sociedad tan dada a ensalzar a los ladrones y menospreciar a los trabajadores, que son vistos como "tontos" por no aprovecharse de las situaciones favorables. 
Pero en época romana, salvando las distancias culturales y cronológicas, el ganarse la vida se veía de manera totalmente diferente. Sobre todo para las personas de los estratos altos de la sociedad. Un romano debía comenzar desde el escalafón político más bajo, para conocer todos los entresijos de la política de su ciudad y del estado. Esto estaba totalmente programado por su padre, que dominaba todos los aspectos de la vida del hijo hasta su muerte. Por ello era el Pater Familias, la persona que decidía todo lo que pasaba dentro de su círculo familiar. Algunos autores afirman, de manera un tanto jocosa, que no extrañaría la gran existencia de los parricidios, para poder cobrar herencias y tener las manos libres. Y aquí me gustaría romper una lanza a favor de Cómodo, el emperador hijo de Marco Aurelio que, según la película Gladiator mataba a su padre, cosa totalmente falsa.
Para las mujeres era otro mundo, ya que cuando no estaban dominadas por su padre, esa labor recaía en el tío o familiar más próximo hasta que contraía matrimonio.
Volviendo al tema político, nos han quedado restos importantes para poder investigar las vidas de diversos personajes públicos del mundo romano. Se trata de los epígrafes votivos que nos narran todas las peripecias políticas y militares de cualquier romano de una familia prominente, y que muchas veces, pagaba para que se le hicera. Otras, las más de las ocasiones, era la ciuitas a la que pertenecía la que le obsequiaba con alguna estatua junto con el epígrafe de turno, que loaba a la persona, además, por haber hecho cosas por la ciudad. Es lo que se llama evergetismo. Una faceta del mundo político que hoy en día deberia usarse con más frecuencia. El construir o participar en las edificaciones públicas de la ciudad para poder ganar las elecciones anuales, pero poniendo el dinero de sua pecunia, vamos, de su propio bolsillo, y no con el de los contribuyentes. Un ejemplo de esta táctica lo tenemos en el teatro de Leptis Magna, concretamente en el proscaenium o escenario, que fue sufragado por dos senadores de la ciudad, e incluso sabemos la cifra exacta de sestercios que puso cada uno para la construcción del mismo. En mi ciudad, podríamos citar varios ejemplos relacionados con el teatro y la familia imperial. Pero nos quedaremos con un epígrafe que, personalmente, me encanta. Se trata del referente a una persona perteneciente a la gens Numisia, familia importante de la ciudad durante casi cuatrocientos años, en los que atesoraron numerosos epígrafes. Uno de ellos es el Cursus Honorum, o lo que es lo mismo la biografía pública, de Lucius Numisius, fechado en el siglo II d.C. Gracias a ejemplos como este, sabemos que esta persona disfrutó de una vida política no muy larga, pero que dirigió en el ejército a la Cohors Prima Musulamiarum, una facción de una legión formada por hispanos y mauri, que participó en las Guerras Párticas junto al emperador Trajano, siendo trasladada posteriormente a la zona de la actual Argelia. De hecho, se encontró el castrum exacto en el que vivía esa compañía ya que apareció un diploma de un militar licenciado de esa cohors
Es extraordinario el poder seguir y rehacer las vidas de las personas que a las que hemos sucedido en nuestras ciudades. Cuando encuentro una información como esa, siento que me encuentro relacionado de manera más cercana con esas personas. Y, por qué no, que ellos son los que nos han dejado esas huellas del pasado, para que nosotros podamos volver a componerlo, con sus pros y sus contras.

viernes, 18 de enero de 2013

Una vez más: Roma

El día 27 de Diciembre de 2012 entendí, creo, claramente, lo que significaba para un romano, por otro lado una persona como usted y como yo, pero con toga y del siglo I, la muerte de un ser querido.
Se han tenido que ir algunos cercanos, para darme cuenta de las maneras tan parecidas que, en ocasiones, tenemos de llevar el duelo. Y de "festejarlo". No es que me haya alegrado de ello, obviamente, pero ese día, ocurrió algo que nos acerca a todos mucho más a esa cultura que parece tan lejana, y tan cercana al mismo tiempo. Esa cultura que nos legó muchas de nuestras tradiciones, y de la que nunca nos cansaremos de escribir sobre ella, especular, investigar, excavar, ...
El día de Navidad, murió una de las personas más importantes dentro de mi círculo familiar cercano. Una persona que había vivido la friolera de cien años, aguantando, mirando siempre hacia delante; llevando de la mano a sus hijos en los duros días de posguerra Civil. Una mujer de armas tomar, y una de las personas más inteligentes que he conocido.
Esos días sirvieron para unir a la familia, alejada por los kilómetros recorridos en la vida y en la geografía hispana. Todos estábamos de acuerdo en que, aunque nos da pena perder a un ser querido, ella había vivido mucho, y que ahora descansaría. 
Así pues, para recordar su persona, se celebró una comida familiar, en la que pocos faltaron, sin duda por la lejanía. Y el hecho de celebrar esa comida, esa reunión en la que se recuerdan hechos pasados, sobre todo buenos, con la persona en cuestión, es lo que, en nuestro subsconsciente, nos acerca, una vez más, a nuestra amada Roma.
Ellos, el día del entierro de un ser querido, tras el funeral, se reunían alrededor de la tumba para comer, reir, recordar al difunto, ... Y es exactamente lo que he podido ver reflejado en esa acción tan cercana a mi persona. Y el hecho de poder comprender una actitud tan separada de nosotros en el tiempo, es, sencillamente, increíble e indescriptible. 
Somos el producto de recuerdos unidos por hilos culturales, que, algunas veces, miran al pasado y al interior del ser humano, buscando en los lugares más recónditos de la mente, y sacando aquello que nos une, aunque hayan pasado veinte siglos. 
Somos, igualmente, un reflejo de lo que otros han sido en otros tiempos. Con mentalidades parecidas y diferentes, cercanas y lejanas. Pero siempre en constante evolución, aunque con unos parámetros iguales de comportamiento en algunos conceptos básicos de la especie.
Es igualmente maravilloso ver como todavía hoy, en algunas partes de este mundo mediterráneo, el día de los Difuntos, familiares van a los cementerios a comer con sus antepasados o seres queridos, en esa unión que hace el compartir un mendrugo de pan, o un vaso de agua. Los romanos, incluso hacían unos tubos que unían la tumba con el exterior, por los cuales se introducía comida al muerto. Y, tras el entierro, toda la familia iba a un lugar público a que se abriera y leyera el testamento del difunto. 
Es increíble cómo puede llegar a comunicarse nuestra especie...