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lunes, 9 de diciembre de 2013

"No mires atrás". Zombies y mitología.


Si comenzáramos hablando de una ciudad o un grupo de gente, establecido en un sitio de manera permanente, que les aleja de una realidad hostil, pero que, tras un cruento ataque llevado a cabo por otro bando deben abandonar la seguridad de ese sitio buscando cada uno la manera de sobrevivir. Si les dijéramos que los protagonistas -así se queda claramente expuesto- son un padre y un hijo que deberán de peregrinar salvando mil obstáculos para llegar a un final incierto... Podríamos estar pensando, los que tuvimos que estudiar latín y mitología, tanto en el instituto como en la carrera -lo siento futuros estudiantes, esto por desgracia no lo cataréis gracias a la actualidad- en el relato apasionante que hace aproximadamente dos mil años escribiera Virgilio sobre un hombre llamado Eneas que, desde una Troya destruída por los griegos debió de buscarse la vida junto con su padre Anquises y su hijo Ascanio. Un personaje, obviamente desarrollado por el autor a partir de los relatos homéricos para justificar la antigüedad de Roma. 
Pero lo relatado en las primeras líneas no tiene nada que ver con eso, ¿o sí? Se trata del final de la primera parte de la cuarta temporada de la serie "The Walking Dead" -basada en parte en los cómics del mismo nombre-. Ese final abierto nos deja a Rick -¿Eneas huérfano?- y a su hijo Carl -¿Ascanio?- huyendo tras una batalla en la que un tanque -¿caballo de Troya?- de manera más literal que el caballo usado en la ciudad anatolia ha atravesado sus verjas y tras él otro bando de humanos supervivientes con el extraño personaje llamado "el Gobernador" encabezando la oleada. Todos los que han sobrevivido al ataque han tenido que huir del refugio en el que se escondían -casualmente una prisión que les liberaba de una muerte segura-.
Vemos cómo elementos literarios o mitológicos usados hace milenios por un viejo alrededor del fuego para entretener o intentar explicar cosas que se perdían en los recuerdos de quienes le escuchaban, son usados de manera más o menos buscada, para hacernos atractivo el seguimiento de una serie de TV en la actualidad. Cuánto no hemos cambiado. 
"No mires atrás" es la frase que Rick va repitiéndole a su hijo Carl mientras estos se alejan de su prisión de libertad, dejando tras de sí un reguero de sangre, muerte, destrucción y desconocimiento de cómo estarán los amigos y supervivientes, entre ellos la otra hija de Rck, Judith. Casualmente, Judith es el título de uno de los libros del Antiguo Testamento, usado para explicar la invasión por parte de los asirios a la zona de Babilonia y Fenicia. Judith -traducido por "la judía"- es la encargada de guiar a su pueblo a la victoria sobre el invasor, que se extiende como una plaga. Y será Judith la que, valiéndose de artimañas consiga rebanar la cabeza al general asirio Holofernes, como bien retrató en su día Caravaggio. Para el que no lo sepa, a un "caminante" -como lo llaman en la serie- o un "zombie" se le mata atravensándole la cabeza, ya sea de un fuerte golpe, disparo, una espada...


"Judith cortando la cabeza a Holofernes (Caravaggio)"

Imagen extraída de la serie "The Walking Dead"





miércoles, 4 de diciembre de 2013

Caballos asesinos

Muchas veces en nuestras vidas nos topamos con relatos que no hemos buscado. Con historias inconexas con aquello que realmente esperábamos encontrar. Historias que nos eligen. O simplemente imaginaciones nuestras basadas en suposiciones que no llevan a ningún sitio.
Pienso en ello mientras comienzo a teclear estas líneas y ojeo el cuaderno en el que escribo lo que se me ocurre, esas cosas que con el tiempo se convierten en las paupérrimas entradas de este otro cuaderno digital.
Esta vez les ha tocado a ellos, a los équidos. Ese animal que acompaña al hombre desde hace miles de años y que, sin proponérselo, es el omnisciente en estas tres historias que parecen relatadas por el mismo autor, aunque entre ellas haya cientos de años.

Vamos a comenzar nuestra andadura allá por el año 229 a.C., en el Sureste de la Península Ibérica. Un personaje púnico u cartaginés, como bien pudieran o quisieran entenderlo, llamado Amilcar, lleva unos cuantos años con sus tropas intentando establecer una red segura comercial entre los pueblos iberos que viven en el Sur de la península y la capital de su ya no tan amplio "imperio". A veces, aunque ellos son más de comercio y parlamento, deben hacer frente a luchas contra alguno de estos estados -o ciudades-estado- pues muchos de ellos son celosos de su tierra y materia prima.
En uno de esos combates, aproximadamente en la zona de la actual Alicante, parece ser que muere, o bien abatido por el enemigo, o porque cae de su caballo al intentar badear un río en plena batalla.

Nos situamos ahora, dando un gran salto espacio-temporal, en los momentos finales del siglo XII. Se ha proclamado la III Cruzada tras la pérdida de Jerusalén por parte de los cruzados cristianos y los tres monarcas más importantes del momento en Europa emprenden esta dura empresa. Uno de ellos es Federico I Hohenstaufen, más conocido por nosotros como Barbarroja. Éste, tras una batalla dura contra los musulmanes en el Sur de la actual Turquía -conocida como la Batalla de Aminium-, se prepara para apearse de su caballo pero tropieza, y muere ahogado en su propia armadura. Estaba a pocas jornadas de llegar a Tierra Santa para unirse a los ejércitos de Felipe II Augusto de Francia y Ricardo I Corazón de León, de Inglaterra.

El tercer y último relato, tiene como protagonista a un muchacho que podría haberse convertido en rey de Portugal y las coronas de Castilla y Aragón. Alfonso, hijo de Juan II, había casado con Isabel de Aragón, primogénita de los Reyes Católicos y, por ende heredera al trono de ambos reinos hispanos. Esta unión tenía como objetivo lo que años más tarde consiguió Carlos V, al casar a su hijo Felipe con María Manuela de Portugal: unir todos los reinos de la península en una sola corona. Pero estos planes se vieron truncados un alegre día de verano de 1491 cuando este, supuestamente dando un paseo a caballo por el río Tajo, cayó de su montura y murió en el río. Casualmente la persona que lo acompañaba desapareció para los de su tiempo y para nosotros. Su mujer Isabel, casó con el primo de este, el futuro Manuel I de Portugal, que tan buenos tiempos trajo a su reino aunque ya no pudo ser rey de todas las coronas hispanas, pues el testigo de rey de Castilla y Aragón pasaría a Carlos, hijo de Juana y de Felipe "el Hermoso".

Como podemos apreciar en estos tres relatos, tan reales como increíbles, el elemento común entre ellos es que todos mueren en un río cuando iban a caballo o se apeaban del mismo. Bien podemos pensar que puede tratarse de una coincidencia al haber pasado, sobre todo entre la primera y la segunda historia, más de mil años. Pero si nos acercamos a los que hablan del asunto, en un primer caso, y a quién beneficiarían dichas muertes, sobre todo en los últimos casos, podríamos llegar a concluir que puede haber sido un uso literario por los narradores de las vidas de dichos personajes para esconder un asesinato.
Si empezamos por Amilcar, las fuentes no se ponen de acuerdo a la hora de explicar su muerte. Por ejemplo, Diodoro de Sicilia (25, 10, 3-4), que sería el más cercano a los hechos, es el que nos narra la muerte por la caída del caballo; pero Tito Livio (XXIV, 41, 3) nos cuenta directamente que muere en combate contra una tribu ibera de la zona. ¿A quién beneficia la muerte de Amílcar? Sobre todo al Senado de Cartago, que no veía con buenos ojos esas campañas más personalistas de algunas familias con dinero, que a la larga trajeron la Segunda Guerra Púnica y, por ende, la destrucción total del Imperio Púnico. Como la Historia es sabia, pero los que la hacen no, la muerte de Amilcar sólo trajo consigo el afianzamiento púnico en el Sureste y la creación de uno de los mayores estrategas militares del Mundo Antiguo: Aníbal, hijo de Amilcar.

El segundo personaje, Federico I, se disponía a llegar a Tierra Santa por el Norte de Siria o Sur de Anatolia, como bien prefiramos, siguiendo, según Runciman en su Historia de las Cruzadas y más tempranamente Ansbert en la Gesta Fredirici, el mismo camino que siguieta Alejandro Magno, lo cual da más importancia o lo pretende, a la figura del emperador germano.
Toda la campaña iniciada un par de años antes, en la que, si hacemos caso a las cifras dadas por Arnald de Lübeck, su ejército constaba de entorno a más de 100.000 hombres de armas, dio al traste el 10 de Junio de 1190 al caer del caballo cuando intentaba beber agua, al llegar al reino de Seleucia. Casualmente el emperador bizantino Isaac había intentado complacer a todos, pactando con los seleúcidas que, a la sazón eran en cierto modo aliados de Saladino, pues su reino era la llave para llegar a las posesiones de Tierra Santa. Con lo cual, la sombra del asesinato pesa sobre este segundo caso también.

El tecer y último caso, nos presenta a un muchacho, como hemos planteado antes, que tenía sus miras en las cotas más altas de un poder cambiante. Un poder que viene de la imagen medieval de la monarquía, y que avanza a pasos forzados hacia lo que se entendió como la modernidad. 
Alfonso murió en extrañas circunstancias, para el bien de Castilla y Aragón pero para el mal de Portugal. Su llegada al trono habría supuesto, visto desde una óptica castellana o aragonesa, la no expansión hacia otras monarquías europeas como el Sacro Imperio Romano Germánico puesto que al ser el marido de su primogénita, habría sido el rey de Portugal y las dos coronas. Años más tarde, el tiempo demostró que, en el caso de que su muerte hubiera sido premeditada, eso no hubiera importado pues Isabel se casó con el futuro Manuel I, aunque la corona fue a parar a Carlos, nieto de los Reyes Católicos, e hijo de la Infanta Juana.

Como vemos, esas tres historias tienen un hilo en común, que puede ser la utilización del caballo y el río, este último usado como sinónimo de muerte de manera literaria. El agua, los ríos, los pozos, son elementos usados para significar la muerte de alguien ya que el agua es como el transcurrir de la vida, que todo se lleva y que al final acaba desembocando en el mar del olvido.


Hay quien dice que muchos soldados germanos se suicidaron al ver el cadáver de su emperador. Imagen de una obra de Gustave Dore (siglo XIX) sobre la muerte de Federico I





lunes, 25 de noviembre de 2013

Sobre derrotas de Roma 3: "Varo! Devuélveme mis legiones"...Teutoburgo

Esta frase atribuida por Suetonio a Augusto, es tal vez una de las más repetidas en lo que respecta a la historia de las grandes catástrofes militares.
Corría el año 9 d.C. (762 a.u.c.) cuando una noticia asola la domus augusta en Roma: gran parte del ejército del limes germánico ha sido aniquilado por tropas de queruscos junto con otras tribus de la zona, en una batalla, si se le puede llamar así, de tres días, en la que, aprovechando los condicionantes geográficos, el ejéricto romano, formado por las legiones XVII, XIIX y XIX ha sido emboscado. Para que nos hagamos una idea sobre el número de personas fallecidas, sobre todo por el lado latino, quedaron en pie menos de veinte personas, de un ejéricto compuesto por unos veintemil efectivos. Unos efectivos que no estaban preparados para luchar en unas condiciones más que adversas: el bosque de Teutoburgo, cerca de la actual Kalkriese (Alemania). 
El enemigo: la tribu de los queruscos junto con otros aliados. Arminio, un joven guerrero criado y educado al amparo de Roma, aprovechó sus conocimientos sobre este ejército para poner en práctica una emboscada y así, hacerse en parte con el mando de la tribu a la que pertenecía. Pero la alegría no le duró mucho tiempo, pues su cabeza no tardó en colgar de una pica, asesinado por atreverse a intentar imponerse sobre un jefe superior, y su mujer fue llevada años más tarde como esclava a Roma.

Imagen idílica de Arminio usada en época Nazi

Moneda romana con la efigie de Varo,   



















Es curioso que, a lo largo de la Historia, el ejemplo del extranjero criado en una cultura imperialista, con una educación que hoy llamaríamos de corte "occidental" y que luego vuelve a sus fueros luchando contra los que un día fueron sus "amigos" se repita bastante. Lo mismo que hizo Arminio es lo que en el siglo XX, pero no de manera violenta, haría Gandhi; o lo que pasaría con Bin Laden y los USA. Personas nacidas en regiones o países que dependen de otros, de una u otra manera y que, de la noche a la mañana vuelven a su lugar de origen para luchar contra lo que piensan es un opresor. Obviamente a algunos casos sí lo es.
Tenemos también que analizar lo que sobre los personajes dicen las fuentes más cercanas a la batalla, como Veleyo Patérculo, Tácito, etc. Por norma general se excusan diciendo que Varo, aun perteneciendo a una rama lejana de la familia imperial, había tenido problemas con asuntos turbios de dinero durante su mandato en Siria y que Arminio siempre había estado, desde su vuelta con los queruscos, cambiando de bando. Estas son utilidades literarias que se permitían los autores antiguos para disfrazar una realidad, y es que apenas contaban con efectivos en el limes germano tras la batalla, si se la puede llamar así, de Teutoburgo.

Movimientos de la batalla en el último día de lucha, según la publicación que sobre Teutoburgo realizó la editorial Osprey


Lo cierto es que a finales del verano del año 9 d.C., un ejército conducido por Varo se dirigía a sus cuarteles de invierno. De repente, una masa ingente de germanos lanzó un ataque en varias oleadas, que duró tres días, en el que la inmensa mayoría de las legiones romanas fueron aniquiladas en su práctica totalidad. Fue tal la derrota, que Roma tardó muchos decenios en volver a intentar tomar aquella parte de la Germania. Augusto cejó su empeño de llegar hasta el río Elba, quedando el limes definitivamente en el Rin.

Repercusión histórica de la batalla:

Además de las ya citadas consecuencias primarias que tuvo la pérdida en el bosque de Teutoburgo, la repercusión histórica de la batalla, sobre todo por el lado germano, queda patente en el uso de Arminio como gen de la patria alemana en los movimientos nacionalistas del siglo XIX que surgen tras las guerras napoleónicas. De hecho, ya en época de la guerra franco-prusiana, se emplea a Hermann como al unificador, como a Alemania. Este uso de una figura histórica con tintes legendarios a la hora de la exaltación nacional, no fue el único. Por toda Europa nos encontramos ejemplos como el de Vercingetorix en Francia o Viriato, un siglo más tarde, en España.
Además del uso de la figura pública, en las artes hallamos constantes referencias a Arminio, como en la obra homónima de Händel en 1737, los numerosos grabados sobre la batalla en sí o sobre el personaje que se realizaron entre los siglos XVIII-XIX o el famoso cuadro Thusnelda llevada en el triunfo de Germánico (ca. 1870), obra de K. Theodor Von Piloty.
Ya en nuestros días, el campo de batalla de Kalkriese, hallado definitivamente en los años setenta del siglo XX, pero del que se tenían noticias vagas desde el siglo XVIII, ha sido usado para la construcción del museo de la batalla y un intento de llamar la atención para fortalecer la unión de los países europeos y que hechos como el ocurrido allí hace 2004 años, no vuelvan a repetirse.

Cuadro de Von Piloty sobre la llegada de Thusnelda en la celebración del triunfo de Germánico (ca. 1870)


martes, 22 de octubre de 2013

Sobre derrotas de Roma 2: Carras o "La envida de Craso"

...Este hombre, por lo demás intachable e inmune a los placeres
no conocía medida ni aceptaba límite en la ambición de riqueza
ni de gloria...
(Vel. Pat. II-46)
De ésta manera definía, al empezar a hablar sobre la campaña fatal contra los partos, Veleyo Patérculo, el historiador romano, a Craso.
Si alguna batalla supuso un shock para la alta sociedad romana del siglo I a.C. -al margen de lo que supusieron las guerras civiles-, ésta sería la de Carras. Con esta pérdida y, sobre todo con la muerte de Craso, se acababa una época que había comenzado apenas unos decenios antes con la guerra que había llevado a Sila a ostentar un poder no visto en Roma desde que se fundara la República. Se comienzan a ver entonces los primeros atisbos de los personalismos que caracterizarán la política del siglo I a.C. y que acabarán con la intromisión del último Triunvirato y la llegada de Octavio -sobrino-nieto de César- al poder supremo y fundando el Principado.
Varios hechos refrendan ese cambio en la mentalidad del político-militar romano. Tal vez uno de ellos, imperceptible a veces, sea la creación de unos ejércitos privados que, si bien son vistos en épocas anteriores, ahora cobran más importancia para el personaje que los paga. Incluso algunos autores han querido ver en estos "guardias privados" el prototipo de lo que más tarde será la Guardia Pretoriana en tiempos de Augusto. Una guardia que, sobre todo en el siglo II d.C. llegará a ostentar un poder que incluso depondrá y pondrá emperadores.

Mapa del Imperio Parto, en el que podemos ver Carras
Si por algo se conoce a Craso, es por esta batalla, librada en el año 53 a.C. en la zona que actualmente se encuentra en la frontera de Turquía e Irak, aproximadamente. En época romana era una zona que había pertenecido al rey Tigranes y que estaba ligada al Imperio Parto. Los partos eran grosso modo, descendientes de los antiguos persas y ascendentes de los próximos sasánidas. Un problema al que Roma tuvo que enfrentarse desde que comenzaron los contactos con el Oriente mediterráneo. Y un problema, al que el envidioso Craso intentó, como otros tantos a lo largo de la dilatada historia romana, poner fin. Pero si hubiera logrado lo que pretendía, no estaríamos escribiendo sobre él ahora mismo.
Corría el año 53 a.C. (700 a.u.c.) cuando a este insigne personaje de la alta sociedad romana se le encargó, no sin pretenderlo él mismo, el ser "gobernador" de la provincia de Siria. Ya Cicerón nos cuenta en sus Áticas, los malos augurios que se dieron justo a la salida de Craso para Siria. Obviamente, este aderezo religioso-profético es usado en muchos relatos para remarcar, a toro pasado, que una cosa iba a salir mal. Ejemplos los encontramos en toda la literatura latina.
Según nos narran otras fuentes como Plutarco o Dión Casio, más lejanas en el tiempo al hecho, lo que movió a Craso a realizar esa incursión en territorio parto fue la envidia que le daba el ver como sus compañeros tenían éxito en sus campañas ulteriores. Pompeyo en el año 56 a.C. había obtenido el triunfo por su campaña oriental y César estaba a punto -solo un año después fue la batalla de Alesia- de conquistar toda la Galia. Así pues, parecía que el "hombre más rico de Roma" perdía terreno en cuanto a popularidad de refiere con respecto a sus colegas de gobierno.
Sí bien no es del todo cierto la afirmación de los autores romanos sobre que desde el comienzo de la campaña siria todo estaba perdido, dando una visión de Craso que no se amolda al rango ni a otras acciones realizadas en el pasado por el personaje, sí que la batalla de Carras parece una evolución de despropósitos desde su comienzo.
Disposición de los ejércitos en la Batalla de Carras (53 a.C.)
Tal vez, deberíamos echar más culpa de la pérdida al hijo de Craso que al mismo personaje en sí, puesto que es el joven el que parece aventurarse en persecución de un pequeño contingente parto que resultará ser un señuelo para separar al joven y su ala de caballería del resto del ejército de su padre. A esto deberíamos añadir la implicación de cierto sector de los auxiliares del ejército romano, de origen parto, que desertaron y se sumaron al contingente de Surena. Y es curioso añadir que, mientras los efectivos romanos triplicaban en teoría a los partos, fueron casi masacrados, algunos de los oficiales asesinados, y los restos de una legión parece ser que se perdieron en la inmensidad de Mesopotamia.
La táctica usada por los partos y a la que hemos hecho referencia en el párrafo anterior, fue la división del ejército romano en dos fracciones, que se vieron rápidamente rodeadas por los arqueros enemigos, casi sin posibilidad de huída, pese a estar en terreno en teoría favorable, entre suaves montes si esceptuamos donde se encontraban las poblaciones cercanas, entre ellas Carras, donde parte del ejército se refugió tras la gran primera batalla frente a esta.
Tras un día de encrudecida lucha, ambos bandos acordaron verse y pactar una tregua, lo que fue aprovechado por los partos para matar a Craso y, según nos cuentan fuentes como Plutarco, rociar su garganta en oro. Suponemos que esta historia sobre el oro puede estar relacionada más con magnificar el hecho de la pérdida que con la historia real y podemos interprearla como un intento de expresar, por parte de los romanos lo que alguno habría hecho a Craso si se lo hubiera encontrado tras el desastre que supuso su avariciosa y envidiosa campaña siria.
Pero el ardor sangriento parto no había sido colmado todavía. A los supervivientes se les ofreció escolta hasta Siria. Algunos junto con Casio regresaron por sus propios medios pues, como nos cuentan Dion y Plutarco, después de lo que le había pasado a su Consul, no podían confiar más en lo que ellos considerarían un Imperio de falsos y mentirosos. Pero un Imperio que les venció y les volvería a vencer y crear problemas, con diferentes nombres, durante los siguientes quinientos años. El resto, lo que sí confiaron en los partos, se enfrentaron a una muerte segura. Aún así algunos sobrevivieron el tiempo suficiente para volver a la libertad unos decenios más tarde, cuando Augusto, ya emperador, negoció su vuelta a Roma. Una vuelta que para muchos es ficticia, lo que ha creado ese halo de imaginación sobre una legión perdida, surcando ríos y mares de dunas, hasta llegar a lo que en época romana se llamó Sera Maior (China). Concretamente a una región del Noroeste, donde hoy en día se siguen investigando parecidos entre costumbres de la zona y las propias romanas.
Casualmente Surena, el general parto que había masacrado a Craso, sufrió una suerte parecida, pues fue asesinado por su emperador Orodes para que no intentara levantarse contra él, siempre según el relato de Plutarco.
De ésta manera acabó sus días el que había sido llamado "el hombre más rico de Roma". Un personaje digno de estudio que una vez soñó con mantener a todos sus colegas dentro de su puño, manejando sus vidas como lo había hecho su maestro Sila años antes. Pero la codicia y la envidia en los nuevos personajes más jóvenes -Pompeyo y César- hicieron que perdiera la cabeza...de manera literal.

Próxima entrega: "Teutoburgo, el azote querusco".


viernes, 27 de septiembre de 2013

Sobre derrotas de Roma 1: Cannas

Ahora que estamos en plenas fiestas sobre los balbuceos de nuestra ciudad, en concreto rememorando aquel inicio de Otoño del año 209 a.C., en el que Roma comenzó a vencer, vamos a iniciar un repaso por todo lo contrario: las derrotas más dolorosas del ejército romano. Lo haremos de manera cronológica, empezando por la que creo es la peor derrota en época republicana: Cannas. 
Obviamente hay otros episodios. Muchos dirán que nos dejaremos otras batallas en el tintero. He escogido cuatro, como las más representativas dentro de lo que significó la cultura romana. Obviamente he dejado de lado las batallas de las Guerras Civiles, debido a que son luchas fraticidas, y gane quien gane o pierda quien pierda, considero que siempre es el mismo bando.
Comenzamos un caluroso día del verano del año 216 a.C. Hacía dos largos años que Aníbal, uno de los personajes más carismáticos de la Historia Antigua, general cartaginés de la familia Barca, había abandonado la ciudad de Krt-Hdst, construída en teoría ex novo para albergar la capitalidad púnica en la Península Ibérica.
Las tropas romanas, que habían sufrido dos graves reveses -y aún sufrirían alguno más hasta la llegada de Escipión Africano- en Trebia y en el Lago Trasimeno, confiaban en poder parar la máquina bélica de los púnicos. Hay que recordar, que pese a haber ganado la Primera Guerra Púnica, hasta entonces Roma era una ciudad que intentaba abrirse paso dentro de la Península Itálica. Y que había sido precisamente a la hora de llegar a Sicilia, lo que había provocado, en parte, ese primer enfrentamiento con Carthago. 
El ejército púnico, si hacemos caso a las fuentes primarias sobre las Guerras Púnicas -Polibio, Tito Livio-, estaba formado casi prácticamente por tropas auxiliares procedentes tanto de los celtas galos, como celtas del norte de Italia, iberos, númidas, libios, etc. Pero no hay que engañarse sobre esta visión, que intenta buscar un por qué a la derrota de Carthago, basándose en que el ejército romano era mejor por estar formado por gentes de la ciudad de Roma y alrededores en gran medida. En los estudios realizados por Fernando Quesada, vemos como el ejército, al igual que el resto de caracteres sociales de la ciudad de Carthago, estaría muy influido de la cultura griega. Una cultura que tuvo mucho que ver también en el desarrollo del ejército romano, por lo menos hasta el siglo IV a.C., cuando previsiblemente cambia el concepto y aplicación de la lucha. De hecho, el ejército romano estaría peor preparado que el púnico para esta guerra, debido al modo en que se elegía dicho ejército, si hacemos caso a Polibio: en la plaza del foro de Roma, dependiendo del nivel adquisitivo y la edad. Repartidos en cuatro filas de infantería: veles, hastati, princeps, triari; más los socii y las alae de caballería.

Parte de los efectivos de una legión consular romana 
(ed. Osprey)
Representación efectivos púnicos (ed. Osprey)



















Así pues, tenemos, en esa llanura cercana a Cannas, a dos ejércitos, que tendrían cosas en común, como el uso por parte de ambos de los llamados socii -las tropas auxiliares- y cosas diferentes, como parte del armamento y defensa corporal. 
El ejército romano, comandado por  los cónsules Varrón y Emilio Paulo, al mando de dos legiones consulares cada uno más sus respectivos auxiliares, acamaparon a unos ocho kilómetros del campamento de Aníbal, construyendo dos campamentos: uno central más alejado del que fue escenario de la batalla, y otro de menores dimensiones, al cruzar el río Aufidus. 

Últimos movimientos de la batalla. Los rectángulos rojos representan los campamentos romanos.
Según nos cuenta G. Brizzi en su libro Escipión y Aníbal. La guerra para salvar Roma, fuente historiográfica de las más actuales que han tratado de una forma u otra el conflicto, la elección de Varrón como Cónsul ese año se debía más a la desesperación de la gente, que veía en el ímpetu de este hombre nuevo, una corriente de venganza reclamada por todos.
Tanto la historiografía como Brizzi, así como fuentes primeras más cercanas a la batalla, como Polibio (III, 118), echan la culpa de lo ocurrido en Cannas a los cónsules, especialmente a Varrón. Pero esto puede tener otra lectura, si consideramos que el otro cónsul era Emilio Paulo, suegro de Escipión el Africano; y si tenemos en cuenta que Polibio escribe sus Historias a sueldo de la familia de los escipiones. Parte de la obra se dedica a limpiar la imagen del Africano, vilipendiado al final de sus días, ya que fue acusado de robar dinero del erario público en sus campañas bélicas.

Volviendo a la batalla que nos ocupa, según también Polibio, se había encargado a algunos mandos el realizar lo que hoy consideraríamos una guerra de guerrillas (III, 106-4). Esto nos puede dar una imagen del miedo que tenía Roma a enfrentarse al ejército púnico. Pero nuestro amigo Varrón, justo el día que le tocaba tomar el mando de las 16 legiones a su cargo (ocho romanas y ocho de socii), decidió atacar en campo abierto a un Aníbal que se sabía superior, no en número, pero sí en táctica.
Casi todo el ejército fue masacrado en aquella llanura a los pies casi de la ciudad de Cannas, aquel día después de las Kalendas de Agosto del 216 a.C.
Esta derrota, la tercera seguida en un año sufrida por la ciudad del Lazio, provocó la casi derrota total en la guerra italiana. A esto, hay que unir, las deserciones dentro de los socii, como nos hace saber el mismo Polibio en referencias posteriores a la batalla, cuando la compara con la situación entre las poleis griegas en la misma época (V, 111-8).
Obviamente, tras este espectáculo sangriento del que solo unos pocos se salvaron, Aníbal tenía abiertas las puertas de Roma. Una ciudad que nunca tomó, a la que nunca entró y de la que sólo pudo apreciar el aroma de los bosques cercanos.

Próxima entrega: Carrae

martes, 3 de septiembre de 2013

Nuestros espacios

Entrar en cualquier tipo de templo suele despertar en el Ser Humano, por lo menos en muchas de las personas que conozco, una sensación de Paz interior, que transporta al que la vive a lugares inciertos de su mente. Un estado que en pocos sitios podemos encontrar, sobre todo, en este mundo que cada día nos conduce de manera más rápida a cualquier sitio. 
Pensaba en estas cosas al entrar el pasado día 25 de Agosto en la Iglesia del Estrecho de San Ginés, pedanía cartagenera, para colaborar con mi presencia y la de otros compañeros de causa, en la promoción de la procesión que cada año, sus habitantes le hacen al santo. Un santo cuya adoración se pierde en el tiempo entre reyes francos, monjes godos y cabezas galas cortadas. Un santo al que hemos dedicado en este espacio numerosas líneas porque apostamos por la regeneración del espacio que históricamente ha ocupado su santuario frente a las costas del Mar Menor, en un camino transitado desde antiguo por numerosas culturas, y que ahora ve pasar a los miles de coches que cada día atestan en verano la carretera que une Cartagena con La Manga, preguntándose muchos de los ocupantes de esos vehículos hasta cuando tiene que dormir ese convento el sueño de los justos.
No es que de repente el que escribe se haya vuelto un ferviente creyente, pero amo el patrimonio histórico como cualquier persona con dos dedos de frente, y a muchos nos gustaría poder desentrañar y sacar a la luz la Historia que todo ese conjunto esconde. Al igual que otros compañeros, en otro tiempo, han hecho en sitios que, si bien tienen una carácter religioso para las personas que los han construido, para los que los estudian o los visitan, muchas veces tienen un sentido de tranquilidad, sosiego y paz.
En muchos de los templos que he podido visitar, -y confío en que aún me queden unos cuantos por ver-, tanto de religión cristiana, como islámica, judía, romana, ibérica, los "arquitectos" han conseguido el propósito para el que construyeron el edificio, o ambientaron el espacio: conseguir que la persona que se introduzca en él, se sienta más cerca de su dios. 
En visita hace unos pocos años por algunas de las iglesias románicas del Pirineo catalán, recuerdo la sensación de proximidad con el Pantocrátor de Tahull, la luz tenue en el interior. O la Saint Chapelle de París, con unos muros casi inexistentes. El Santuario de la Encarnación de Caravaca, que antes había sido un templo romano, y aún antes un santuario ibérico, que nos da la bienvenida reutilizando toda la planta de la cella romana para realizar la ermita. Una ermita que, anque vacía, relaja los pensamientos negativos.
En fin, todo un complejo sistema de propósitos que intentan ayudar al creyente, y a los que no lo somos tanto, a llegar a la conversación directa con el dios de turno, o a sentirnos en un espacio que nadie nos puede perturbar: el nuestro.



jueves, 1 de agosto de 2013

Arqueologías veraniegas

     Algunos de los que leen este paupérrimo intento de expresión literaria saben que el que escribe se dedicó una vez a la Arqueología de Urgencia, llamada así a la que se realiza de manera privada, tabajando para empresas de construcción o de arqueología. Obviamente la llegada de la crisis hace que nos replanteemos los trabajos que queremos hacer, y los que podemos hacer. Por suerte actualmente me puedo dedicar a otro tipo de trabajo, relacionado con los estudios que realicé e igual de importante que la Arqueología: mostrar lo ya excavado para que las personas interesadas en la cultura y patrimonio que nos rodea puedan conocerlo de primera mano, en un yacimiento musealizado. Pero todavía me permito, -mientras me quieran-, el dedicar un mes veraniego a las excavaciones arqueológicas, que además me sirven para avanzar en el empecinamiento de terminar la tesis doctoral, comenzada hace un año aproximadamente.
    Hoy en concreto vamos a hablar de una de las excavaciones en las que participo, pero no de manera arqueológica, sino personal, debido a que desde 2006 me vi unido a esa ciudad de murallas mágicas, que cada año nos depara nuevos desafíos, con personas que van y vienen, con un grupo que se ha mantenido fiel en los últimos años, y que esta campaña ha realizado su particular canto de cisne, debido a que muchos partirán con alas renovadas a por nuevos desafíos, que espero les deparen mejor suerte que a mí.
    Además, los designos de los dioses me llevaron a comenzar una aventura que en Septiembre de este año ya cumplirá seis otoños, y que, como intento prever, me llevará al mejor de los puertos, a disfrutar de un futuro mejor en el Peloponeso.
    Por todo ello, creo que este enclave ha significado para los que hemos estado ahí hasta el final, un antes y un después en nuestras, de momento, jóvenes vidas, que un día se tornarán viejas y que recordarán estos días con un halo de nostalgia y alegría por habernos conocido, haber sufrido y disfrutado, reido y llorado, cantado, recitado poemas de personajes ilustres, lecturas comprensivas de textos incomprensibles y demás actividades que se quedarán en el subsconsciente para salir a flote de vez en cuando y decir: yo estuve allí.

viernes, 28 de junio de 2013

De Superman y otros dioses

Iba el martes al cine a ver la última revisión -ésta vez producida por Christopher Nolan y dirigida por Snyder- del superhéroe clásico del siglo XX para el que escribe: Superman. Una película que promete tener, como mínimo una segunda parte, junto con la inclusión de la historia del héroe interplanetario dentro de la "Liga de la Justicia".
Uno, que se ha criado viendo a Christopher Reeve volar por encima de Nueva York y sucumbir a los efectos de la Kriptonita, estaba un poco harto de las chapuzas que se habían hecho en las últimas décadas para intentar llevar la magia del cómic a la gran o pequeña pantalla. La serie de los años noventa era infumable, al igual que la adaptación para el cine de hace unos pocos años. De la serie de Smallville no puedo dar opinión porque no he visto ningún episodio. Tal fue la mala influencia que ejercieron en mí los actores de los años noventa.
Esta versión del clásico de DC me ha gustado más de lo que creía. Obviamente, cuando alguien va al cine a ver películas de superhéroes va con la premisa de trajes ajustados, poderes sobrenaturales y escenas de acción por doquier. Pero desde que Nolan nos invitó a entrar en su visión particular de Batman (mucho más cerca de los cómics y alejada de estereotipos que las películas anteriores de este personaje de ficción -excepto las de Tim Burton-), vas al cine pensando en que el ambiente creado por este creador de historias te envuelve y te acerca más al personaje principal, el cual tiene defectos humanos, alejados de esa perfección que se empeñan algunos directores en mostrar sobre sus héroes. Y no confundamos debilidad con defecto. Cuando me refiero a "defectos" hablo de cualidades humanas, comportamientos o sentimientos que se pueden interpretar como negativos por el gran público: el odio, el rencor, etc. Esos rasgos humanizan al personaje y lo acercan más a los espectadores o lectores. Aunque bien es cierto que algunas veces esas características pueden tener el efecto rebote de hacer pensar a los "humanos" que pueden estar más cerca del héroe.
Decía San Agustín algo así como que cuanto más te quieres alejar de todo lo que rodea a Dios, más te pareces a él. Supuestamente, si se intenta lo contrario, pasará que esas personas se alejarán más del modelo que quieren imitar. Por eso, la expresión "jugar a ser Dios" es muy repetida cada vez que alguien intenta crear vida, clonar o dominar a sus semejantes, convirtiéndose en algo alejado del modelo a seguir, precisamente por intentar imitar ese modelo. En las películas de superhéroes no faltan personajes que intentan dominar la vida de las personas, además de extraterrestres, como en el caso de Superman, que intentan hacer de la tierra su particular patio de recreo.
Pero volviendo el personaje de "El hombre de acero", un pensamiento turbó mi mente mientras veía la película el otro día, y es el de ver claramente los paralelismos entre el cómic por antonomasia estadounidense y Cristo, en un intento no muy sutíl por parte de los autores de dar mensajes de un nuevo salvador o mesías (el enviado). El que sea enviado como la única esperanza de su pueblo, inmerso en una guerra civil que acabará con el fin de su cultura (en este caso de su planeta), puede deberse a la intrusión de Roma y los conflictos internos del reino de Israel, arrastrados desde una época anterior. Incluso hay frases en la película que dejan entrever el empeño de los guionistas por hacer patentes esos paralelos. La conversación con el sacerdote, que le afirma quedebe realizar un sacrificio personal por el resto de la gente para que ésta crea en él, la frase del mismo personaje diciendo "llevo 33 años viviendo en este planeta", son pequeños destellos de ese empeño por hacer que Superman sea el nuevo Cristo.
Curiosamente hay otra película de hace algunos años, protagonizada por Edward Norton, llamada "El Ilusionista", en la que parece que el personaje al que interpreta Norton también tiene bastante parecido con otros de los hechos de la vida de Jesucristo: hijo de un carpintero, desaparece a los 12 años, volviendo cuando tiene una edad aproximada de 33 a su ciudad natal, Viena, donde es aclamado por el pueblo como el mejor mago del mundo; su mejor truco es el de "resucitar" a los muertos (Lázaro) y muere a manos del poder establecido, "resucitando" a los pocos días, debido a una sustancia que ingiere para aparentar su muerte, con lo que se acrecenta su leyenda.
Como vemos, los paralelismos velados entre la vida de héroes, ya sean cristianos, griegos, romanos o modernos, son muy recurrentes tanto en la literatura como en el cine. Esperemos que estos no dejen de sorprendernos con estos paralelos, y que nostros podamos contarlos...









miércoles, 22 de mayo de 2013

La primavera la religión altera (del politeísmo romano al cristianismo)

    Obviamente con la llegada de la Primavera, desde hace milenios, las diferentes culturas y religiones que han poblado, y pueblan este planeta, celebran el hecho con diferentes ritos de los cuales, algunos de ellos han llegado disfrazados hasta la actulidad.
      Y hoy vamos a dedicar la entrada a una tradición que he observado en mi última visita a la ciudad de altas murallas a la que siempre vuelvo: Chinchilla de Montearagón.
      Este pasado fin de semana, coincidiendo con Pentecostés, se ha celebrado la Soldadesca. Durante todo el fin de semana, las personas que cumplen 18 años, se dedican a celebrarlo, con fiestas, etc. Y el domingo por la tarde, parte de esos "quintos" llevan en procesión a la Virgen de las Nieves, patrona de Chinchilla. Parece ser que esta celebración comenzó en el siglo XVIII, durante la Guerra de Sucesión, al celebrar la vuelta de las tropas que habían sido movilizadas al Reino de Valencia, en torno a 1705.
      Como podemos observar, todo se mezcla en un totum revolutum en el coinciden una tradición del siglo XVIII, otra de origen judío sobre la agricultura y las tablas de la ley, y la que más nos ha llamado la atención: loar  los difuntos el día anterior al comienzo de la Soldadesca. Toda esta vorágine entremezclada de soldados, vírgenes, leyes y agricultura, puede interpretarse como un rito de paso o transición del joven a adulto, dentro de la comunidad. En muchas, por no decir todas las culturas, existen estos pasos de joven a adulto. Pero estamos acostumbrados a verlos únicamente en los documentales sobre África o América del Sur, en comunidades cerradas, de las que la mayoría sólo sabemos de ellas por esas imágenes. Y no nos paramo a pensar que el ser humano tiene un inicio común que nos hace responder de manera parecida a situaciones parecidas. Claro está, que cada cultura, al desarrollarse en un tiempo y espacio concretos, está condicionada a desarrollarse más tarde, de una manera diferente. Pero estos ritos, que hoy en día quedan en nuestra Europa como una simple fiesta, tienen un origen muy antiguo, que vemos en culturas como la romana, de la que bebemos un pequeño sorbo de tradición cada día, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.
En concreto, sobre lo que se celebra el viernes anterior a la Soldadesca, tenemos un ejemplo en nuestros amigos del Lazio.
     Casualmente, mañana, 23 de Mayo, si fuéramos ciudadanos romanos, celebraríamos el equivalente al segundo día del año dedicado a nuestros antepasados. El primero se dedica en Febrero, y consiste en loar al difunto y además, el Pater Familias escupe habas por toda la casa para ahuyentar a los malos espítitus; y el tercero coincide con el día cristiano de Todos los Santos.
Este día de Mayo se dedica a que las familias lleven flores a la necrópolis para recordar a los difuntos. Y en Chinchilla, el pasado 18 de Mayo, se dedicó a la puesta de flores para recordar a los antepasados. Además, el sábado siguiente por la mañana, se oficia una misa en el cementerio. Con lo cual, una vez más, y nunca me cansaré de repetirlo, somos descendientes directos de esos señores y señoras, con toga y con peplum, que vivieron aquí la friolera de más de seiscientos años. Algo tuvo que quedar si vivieron aquí tanto tiempo...
      Vemos también cómo ese rito de paso a la edad adulta, se conjuga primero con el de alabar a los que no están, con lo que se puede interpretar todo como una tradición de renacimiento: los que no están por los que llegan a la edad adulta. Y todo esto en nuestra España de hoy, en pleno siglo XXI, donde muchos piensan que esas cosas ya no existen, y que son del pasado. 
      Deberíamos pararnos más a observar a nuestro alrededor, y preguntarnos por qué hacemos lo que hacemos, hasta en nuestra vida cotidiana. Todo tiene un origen y una explicación. Y todo tiene solución, menos una cosa.



Ofrenda floral en la Iglesia de Santa María del Salvador (Chinchilla) el pasado sábado, 19 de Mayo



jueves, 25 de abril de 2013

Decíamos ayer...

Parafraseando al maestro Unamuno -supuestamente-, recogemos lo expuesto en la tertulia literaria que ayer, como viene siendo habitual desde hace un par de meses, venimos celebrando en La Unión.
Hablábamos de literatura y cine distópicos, que son aquellas obras que nos hablan de un universo completamente contrario a lo utópico, mostrándonos sociedades corrompidas y encerradas en una vida circular. Unas sociedades, como las plasmadas en las obras 1984 o Un mundo feliz en las que, por ejemplo, los libros están prohibidos, hay unas organizaciones o gobiernos -como en la famosa novela gráfica V de Vendetta o Mauss- que dirigen toda la vida de los habitantes de un mundo que, aunque nos parezca muy lejano, tiende en los últimos tiempos a estar más cerca de lo que creemos.
Unas historias que tienden a desembocar en revueltas de carácter violento ya que, por desgracia, esos políticos o dirigentes sólo ven peligrar su modelo de vida cuando una muchedumbre les ataca directamente. De nada vale la protesta pacífica, que es vista como algo que roza el terrorismo, o las movilizaciones sociales que, en estas novelas, apenas existen porque la mayoría de la sociedad no es capaz de movilizarse. Está atrapada en ese vórtice de hacer cada día lo mismo. La familia tampoco existe o es visto como algo ajeno a la sociedad.
Hoy mismo, en los informativos de varias cadenas de televisión -pagadas en parte cada una por un bando político o lobby-, se nos habla de una posible revuelta de carácter violento esta misma tarde en Madrid, para rodear el Congreso de los Diputados. Varias personas han sido detenidas en relación a estos hechos, con armas caseras y petardos con los que intentarían, de una manera "antidemocrática" llamar la atención. Éstas noticias se unen a las aparecidas en diversos medios de comunicación en las últimas semanas sobre los escraches o los suicidios de personas que no pueden pagar la hipoteca. Hoy mismo una persona se ha intentado prender fuego en otra ciudad de España, cogiendo el repentino modelo griego que vimos el año pasado. 
El hecho es que, los políticos en general, niegan la mayor sobre todo el caldo de cultivo que se está produciendo en una sociedad cada vez más harta de la situación general. Todavía son pocas las personas que han reaccionado a esta situación en la que nos vimos embarcados hace ya cinco duros y largos años. Una situación que, los que tenían dos dedos de frente se veían venir hacía casi diez años. Pero una situación creada por los mismos que dicen que nos pueden sacar de ella, que esto es pasajero.
Por desgracia, la Historia nos ha demostrado en otras ocasiones que estos repuntes, a veces violentos, no suelen acabar bien. Desde los intentos de cambios en las leyes romanas que dieron con la creación del Prefecto de la Plebe, pero que costó la vida de los hermanos Graco, hasta la muerte de la sucesora de Mahamma Gandhi a manos de un sector extremista de la sociedad india, se nos ha demostrado que muy pocas o casi inexistentes han sido las veces que los grandes cambios de la sociedad se han dado de manera pacífica. 
Enlazando con las novelas distópicas, vemos como todo intento de expresión pacífica por parte de un sector de la población, es repelido por la clase política de manera insultante, tildando a esos movimientos que son en esencia pacíficos, como "antidemocráticos" o "nazis", cogiendo declaraciones literales de algunos "representantes" del pueblo. Se ningunea a una gran parte de la población que lo está pasando verdaderamente mal, dando a entender que son personas ajenas a la sociedad, que no usan los cauces democráticos para expersarse. Pero, ¿cuáles son los cauces democráticos? Según nuestra Constitución, de la que todos nos saltamos algún artículo de vez en cuando, la manifestación es un cauce democrático. Pero una nueva ley recientemente aprobada, nos dice que a partir de doce personas reunidas en la calle puede ser considerado como organización o manifestación y puede ser repelida por las fuerzas del orden. Unas fuerzas del orden a las que también se exprime y que, en algunos casos han llegado a desobedecer órdenes porque no están tampoco de acuerdo con sus dirigentes.
Nuestra Constitución también recoge que todos tenemos derecho a una casa, cosa que, como vemos en los últimos años, es harto difícil para un gran sector de los habitantes de nuestro país, sumándose a los millones de habitantes de otros países que no la tienen. Pero las entidades bancarias que hace ocho años te daban dinero para la casa, el coche, los muebles, las vacaciones y hasta para cuidarte a los niños, hoy en día no dan dinero para nada, y eso que entre todos les hemos dado de nuestro bolsillo más de veinte mil millones de euros. 
Vivimos en un país, en particular, en el que en los últimos años, la sociedad ha vivido relajada, acostumbrada al pan y circo ofrecido por diferentes gobiernos, hasta que el pan se ha acabado. Pero el circo sigue pululando por nuestros medios de comunicación, intentando fabricar masas de personas a las que no les interese nada. Se trata, por todos los medios, de que no exista una cultura crítica en el país. No se han prohibido los libros, pero casi nadie lee porque "todo está en internet". Los que nos han gobernado, y los que nos gobiernan, idean planes educativos para que estuidemos lo que ellos quieren, y no la verdad. Los nacionalismos, tantos centralistas como periféricos, omiten información en sus "historias" de manera salvaje para justificarse. Y nos llevan de manera inequívoca a su redil, haciendo que desviemos nuestra atención de los problemas verdaderos y nos peleemos de manera dialéctica entre nosotros por cosas que tienen, desde luego, menos importancia.
Por desgracia, y me reitero en lo escrito anteriomente, casi ninguna revolución pacífica ha llegado a buen fin, convirtiéndose en violenta cuando realmente ha cambiado las cosas. 
Espero equivocarme, pero de aquí a poco tiempo viviremos en un mundo feliz.

miércoles, 10 de abril de 2013

Ignatius (2)

-¡Es la última vez!. No es posible que unos cientos de hombres armados, hayan pasado el limes sin que nuestros centinelas se den cuenta. Es imposible. ¡Es increíble!-

La voz atronadora del Dux sonaba de fondo, mientras dos soldados conversaban tras la puerta de la sala de audiencias. Una sala improvisada que, en otro tiempo, había sido la parte fría de unas termas. Esto ayudaba a que el ambiente se volviera más gélido y lúgubre por momentos.

-Parece que está cabreado. La verdad es que esta vez tus hombres se han lucido-, comentaba Kostas.

-El caso es que quieren que estemos alerta durante todo el día. Pero no dispongo ni de hombres ni de alimentación necesaria. De ésta manera, poco nos queda ya que hacer aquí. Tanto tú como yo, y muchos otros sabemos que estas campañas inútiles son obra del pensamiento de un loco. Un loco al que no le importa la muerte de sus hombres, mientras nos observa a semanas de distancia-.

La verdad es que Amanatidis llevaba toda la razón, pensaba Kostas. Ellos llevaban la friolera de más de diez años fuera de su Capadocia natal, luchando por mantener unas fronteras que sólo servían para el orgullo del César. 

La sala en la que se encontraban, el antiguo vestuario de esas termas, todavía conservaba algunas viejas lápidas en las que se podían leer las normas de uso de las mismas, las cuales eran diferentes para gladiadores, ciudadanos e incluso con los horarios para mujeres y hombres. El interior de la sala, conservaba la decoración marmórea de antaño, con piezas procedentes de todas las partes del antiguo Imperio, el de Augusto. El pronunciar su nombre todavía daba respeto, y más cuando se encontraban en ciudades como aquella que, sin duda, había sido promocionada por él mismo y su familia. Su imagen y su nombre lucían todavía por todas partes. Pero ya no adornaban paredes relucientes del foro de la ciudad. En la actualidad, en muchas de las casas, se podían encontrar restos de lo que en otro tiempo habían sido proclamas en piedra para con el Padre de la Patria, Augusto. El que había traído la Pax. Aquel en el que todos veían, ya en vida, a un nuevo dios, que Tiberio se había encargado de crear. 

Ese tiempo ya había pasado. Toda la suntuosidad que un día había rodeado a ciudades como ésta, se desvanecía entre el polvo acumulado de edificios vacíos, calles desposeídas de sus losas y una sensación de apatía entre los pocos habitantes que quedaban en ella. Poco tiene que ver esta imagen con la que se hubiera encontrado el escritor Polibio unos siglos antes cuando, acompañando a Escipión Emiliano en su llegada a Hispania, había descrito esta población como si fuera un ejemplo para el orbe romano.

Aunque los altos muros, todavía visibles, del foro y sus edificios aledaños se encargaban de recordarlo paso a paso desde que se entraba a Spartaria, la antigua Karthago-Noua no era más que una alargada sombra desposeída de la vida a la que estuvo pegada algún lejano día. Una sombra fría, marchita, y llena de recuerdos atrapados entre las paredes de habitaciones como en la que se encontraban Kostas y Amanatidis. Unas habitaciones en las que, si te quedas en silencio durante un buen rato, todavía puedes oir el tintineo del agua, las risas y llantos de las personas que por ahí pululaban, las zancadas de niños correteando por las salas, los sonidos, en fin, de una ciudad viva.

jueves, 14 de marzo de 2013

Ignatius (1)

El viento que desde hacía un par de días castigaba la ciudad, había formado extraños cuadros jugando con las formas de las nubes. Unas nubes que parecían retales de pintura blancos en un cielo azul intenso que actuaba de lienzo frío y distante.
El perro de Ignatius corría por la falda del cerro un tanto escarpado y lleno de matorrales que había frente al monasterio, donde algunos de la nueva orden se habían establecido desde hacía unos meses. Él junto con algunos hermanos, se encargaban de llevar comida a los ermitaños, que a veces miraban con cara de extrañeza, como recriminándoles que sólo les llevaran hogazas de pan, agua y un poco de vino. De vez en cuando caía algo de carne sobrante en un pequeño cuenco de madera lleno de caldo frío. Pero, como pensaba Ignatius, ellos habían elegido esa vida, fuera del monasterio, y supuestamente rezando. Aunque muchas veces se escapaban a las calas cercanas a darse un buen baño, -que por otra parte les hacía falta- sobre todo en verano. Y ese verano, concretamente, había sido de los peores que se recuerdan en la zona.
El fuego casi intermitente durante dos semanas, había acabado con muchos de los cultivos de las zonas aledañas, y los pocos campesinos que vivían de sus escuetas pero productivas cosechas, habían buscado asilo en el monasterio. 
Algunos hermanos, como el siempre impertinente Remigius, habían osado echar a patadas a algunos de los habitantes de la zona que sólo pedían un mendrugo de pan para sus hijos, incluso sin que lo supiera el Prior. Eso había enfurecido a Ignatius, que se había enfrentado directamente al pequeño colectivo, ganándose enemigos, ya no solo en la ciudad, si no también entre los suyos. 
De repente, Gaius, el perro de Ignatius, comenzó a ladrar hacia un punto fijo en el horizonte. Este se volvió pero, en un principio no vio nada. Hasta unos cuantos minutos después, no consiguió adivinar lo que su fiel perro le indicaba.

-Otra vez no-, pensó para sus adentros.

Comenzó a correr como alma que llevaba el diablo hacia la entrada de las casas cercanas al monasterio, aunque primero intentó avisar a los ermitaños. Estos, como de costumbre, no estaban en sus cuevas. Habrían salido a dar una vuelta a las ramblas cercanas. Esos pervertidos difrutaban viendo como se lavaban en los riachuelos las muchachas del caserio de detrás de la montaña. Incluso uno de ellos llegó a ser avistado por el dueño, el cual no dudó en apresarlo y empalarlo cerca del riachuelo, para que sirviera de escarmiento. Pero no había servido de nada.
 Las condiciones humanas, humanas son. Para el rico y para el pobre. Para el seglar y para el religioso. Y muchos de los religiosos de su tiempo no llevaban una vida que se pudiera decir ordenada conforme a lo dictaban los diferentes concilios que se habían llevado a cabo, primero en Elvira y más tarde en Toletum. Por desgracia, los monjes como Ignatius no podían hacer nada más que advertir al Prior, y éste, de vez en cuando, mandaba encerrar en las celdas o en las caballerizas a alguno de los que no respetaban las órdenes. Pero nada más salir, volvían a las andadas, espiando a muchachas, paciendo con muchachos, e incluso se dio el caso de un monje que amaba excesivamente a los cápridos.

-Cerdos-, era la única palabra que le salía a Ignatius cuando pensaba en esas situaciones embarazosas.

De repente, volvió en sí. Gaius seguía ladrando en dirección al camino e Ignatius corrió al ver el polvo en el horizonte, esta vez hacia las casas cercanas al monasterio, para avisar a los habitantes de estas para que se resguardaran entre los muros del mismo. Eran casas normalmente de una o dos habitaciones en las que se hacía la vida, se cocinaba, se dormía, etc. Estaban encaladas al exterior, y muchas de ellas tenían un pequeño cercado en el que se guardaban animales como gallinas, cabras u ovejas. En otro tiempo, esos terrenos habían pertenecido al señor del caserio, pero los había donado con la excusa de una cesión a la orden, aunque realmente era porque se trataba de las tierras más yermas de sus propiedades, y las más cercanas al camino por el que pasaban bandidos y ladrones.

-Espero llegar a tiempo para avisarlos, pues sólo les faltaba esto después del año de sequías para que sus vidas queden totalmente destrozadas-, pensó con miedo mientras llegaba a la intersección del camino.


martes, 29 de enero de 2013

De cosos, cubiertas y anfiteatros

Diploma de licenciatura militar romana de la Cohors II Asturum


Hace un par de días aparecía en la prensa la noticia de la caída de la nueva techumbre que se había colocado, en la Plaza de Toros de las Ventas, en Madrid. Cuando vi las imágenes de antes de la caída -que casualmente se iba a inaugurar en los próximos días- me transporté de repente a un universo paralelo en el que todavía estamos en época romana, y nos dirijimos a la inauguración del nuevo anfiteatro, quedando estupefactos ante tan desordenada imagen. El techo en el suelo.
Ahora, obviamente quedará el "depurar" las responsabilidades. Algo que desde siempre ha gustado a los políticos; de ahora y de antes. Precisamente, en el año 64 d.C. se destruyó el anfiteatro Tauro, situado en el Campo de Marte, en el gran incendio provocado por Nerón -siempre según Suetonio- para construir su nueva Roma, echando la culpa, según la tradición y la película Quo Vadis, a los cristianos; cosa poco probable si tenemos en cuenta que por aquel entonces no se distinguían las comunidades cristianas de las judías, y que sería muy poco probable la creación, sólo unos treinta años más tarde de la muerte de Cristo, de comunidades cristianas organizadas. 
Pero volvamos a lo importante: las depuraciones y los edificios públicos. Hoy en día estamos muy poco acostumbrados a que un político de alto rango deje su puesto, o sea llevado a los tribunales por acusaciones o hechos delictivos supuestamente realizados durante su mandato. Sobre todo en nuestro país, con una sociedad tan dada a ensalzar a los ladrones y menospreciar a los trabajadores, que son vistos como "tontos" por no aprovecharse de las situaciones favorables. 
Pero en época romana, salvando las distancias culturales y cronológicas, el ganarse la vida se veía de manera totalmente diferente. Sobre todo para las personas de los estratos altos de la sociedad. Un romano debía comenzar desde el escalafón político más bajo, para conocer todos los entresijos de la política de su ciudad y del estado. Esto estaba totalmente programado por su padre, que dominaba todos los aspectos de la vida del hijo hasta su muerte. Por ello era el Pater Familias, la persona que decidía todo lo que pasaba dentro de su círculo familiar. Algunos autores afirman, de manera un tanto jocosa, que no extrañaría la gran existencia de los parricidios, para poder cobrar herencias y tener las manos libres. Y aquí me gustaría romper una lanza a favor de Cómodo, el emperador hijo de Marco Aurelio que, según la película Gladiator mataba a su padre, cosa totalmente falsa.
Para las mujeres era otro mundo, ya que cuando no estaban dominadas por su padre, esa labor recaía en el tío o familiar más próximo hasta que contraía matrimonio.
Volviendo al tema político, nos han quedado restos importantes para poder investigar las vidas de diversos personajes públicos del mundo romano. Se trata de los epígrafes votivos que nos narran todas las peripecias políticas y militares de cualquier romano de una familia prominente, y que muchas veces, pagaba para que se le hicera. Otras, las más de las ocasiones, era la ciuitas a la que pertenecía la que le obsequiaba con alguna estatua junto con el epígrafe de turno, que loaba a la persona, además, por haber hecho cosas por la ciudad. Es lo que se llama evergetismo. Una faceta del mundo político que hoy en día deberia usarse con más frecuencia. El construir o participar en las edificaciones públicas de la ciudad para poder ganar las elecciones anuales, pero poniendo el dinero de sua pecunia, vamos, de su propio bolsillo, y no con el de los contribuyentes. Un ejemplo de esta táctica lo tenemos en el teatro de Leptis Magna, concretamente en el proscaenium o escenario, que fue sufragado por dos senadores de la ciudad, e incluso sabemos la cifra exacta de sestercios que puso cada uno para la construcción del mismo. En mi ciudad, podríamos citar varios ejemplos relacionados con el teatro y la familia imperial. Pero nos quedaremos con un epígrafe que, personalmente, me encanta. Se trata del referente a una persona perteneciente a la gens Numisia, familia importante de la ciudad durante casi cuatrocientos años, en los que atesoraron numerosos epígrafes. Uno de ellos es el Cursus Honorum, o lo que es lo mismo la biografía pública, de Lucius Numisius, fechado en el siglo II d.C. Gracias a ejemplos como este, sabemos que esta persona disfrutó de una vida política no muy larga, pero que dirigió en el ejército a la Cohors Prima Musulamiarum, una facción de una legión formada por hispanos y mauri, que participó en las Guerras Párticas junto al emperador Trajano, siendo trasladada posteriormente a la zona de la actual Argelia. De hecho, se encontró el castrum exacto en el que vivía esa compañía ya que apareció un diploma de un militar licenciado de esa cohors
Es extraordinario el poder seguir y rehacer las vidas de las personas que a las que hemos sucedido en nuestras ciudades. Cuando encuentro una información como esa, siento que me encuentro relacionado de manera más cercana con esas personas. Y, por qué no, que ellos son los que nos han dejado esas huellas del pasado, para que nosotros podamos volver a componerlo, con sus pros y sus contras.

viernes, 18 de enero de 2013

Una vez más: Roma

El día 27 de Diciembre de 2012 entendí, creo, claramente, lo que significaba para un romano, por otro lado una persona como usted y como yo, pero con toga y del siglo I, la muerte de un ser querido.
Se han tenido que ir algunos cercanos, para darme cuenta de las maneras tan parecidas que, en ocasiones, tenemos de llevar el duelo. Y de "festejarlo". No es que me haya alegrado de ello, obviamente, pero ese día, ocurrió algo que nos acerca a todos mucho más a esa cultura que parece tan lejana, y tan cercana al mismo tiempo. Esa cultura que nos legó muchas de nuestras tradiciones, y de la que nunca nos cansaremos de escribir sobre ella, especular, investigar, excavar, ...
El día de Navidad, murió una de las personas más importantes dentro de mi círculo familiar cercano. Una persona que había vivido la friolera de cien años, aguantando, mirando siempre hacia delante; llevando de la mano a sus hijos en los duros días de posguerra Civil. Una mujer de armas tomar, y una de las personas más inteligentes que he conocido.
Esos días sirvieron para unir a la familia, alejada por los kilómetros recorridos en la vida y en la geografía hispana. Todos estábamos de acuerdo en que, aunque nos da pena perder a un ser querido, ella había vivido mucho, y que ahora descansaría. 
Así pues, para recordar su persona, se celebró una comida familiar, en la que pocos faltaron, sin duda por la lejanía. Y el hecho de celebrar esa comida, esa reunión en la que se recuerdan hechos pasados, sobre todo buenos, con la persona en cuestión, es lo que, en nuestro subsconsciente, nos acerca, una vez más, a nuestra amada Roma.
Ellos, el día del entierro de un ser querido, tras el funeral, se reunían alrededor de la tumba para comer, reir, recordar al difunto, ... Y es exactamente lo que he podido ver reflejado en esa acción tan cercana a mi persona. Y el hecho de poder comprender una actitud tan separada de nosotros en el tiempo, es, sencillamente, increíble e indescriptible. 
Somos el producto de recuerdos unidos por hilos culturales, que, algunas veces, miran al pasado y al interior del ser humano, buscando en los lugares más recónditos de la mente, y sacando aquello que nos une, aunque hayan pasado veinte siglos. 
Somos, igualmente, un reflejo de lo que otros han sido en otros tiempos. Con mentalidades parecidas y diferentes, cercanas y lejanas. Pero siempre en constante evolución, aunque con unos parámetros iguales de comportamiento en algunos conceptos básicos de la especie.
Es igualmente maravilloso ver como todavía hoy, en algunas partes de este mundo mediterráneo, el día de los Difuntos, familiares van a los cementerios a comer con sus antepasados o seres queridos, en esa unión que hace el compartir un mendrugo de pan, o un vaso de agua. Los romanos, incluso hacían unos tubos que unían la tumba con el exterior, por los cuales se introducía comida al muerto. Y, tras el entierro, toda la familia iba a un lugar público a que se abriera y leyera el testamento del difunto. 
Es increíble cómo puede llegar a comunicarse nuestra especie...