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lunes, 13 de febrero de 2012

Cneo y Sexto

Hermanos, e hijos de uno de los personajes de la Roma republicana más importantes. Para el devenir, y para el final de la misma. Cneo y Sexto Pompeyo, fueron hijos del gran Pompeyo Magno, a su vez hijo de Pompeyo Estrabón, que había participado en la primera guerra Civil, en torno al año 80 a.C.

Lo poco que conocemos de la vida de ambos, podemos encontrarlo, en gran medida, en dos autores fantásticos, pero que nunca llegaron a conocerse -obviamente, debido a la cronología dispar-: Cicerón y Dion Casio (o Cassius Dio como aparece en el mundo anglosajón). Sus composiciones suponen dos de los ejemplos más notables para explicar la historia de Roma, desde la perspectiva del animal político que fue Cicerón, y el senador de un imperio llevado a menos, como fue Casio.

El primero de ellos, en sus Áticas, relata en parte, la suerte que corrieron ambos hermanos, sobre todo durante la Guerra Civil, que enfrentó a César y Pompeyo, entre el 49 y el 45 a.C. Todos sabemos como acabó: tras Farsalia y Munda, la guerra acabó, y Pompeyo murió en Egipto. El Senado no pudo hacer nada frente al enclenque general de la famila Julia, que llegó al poder absoluto, muriendo pocos meses después -los famosos idus de Marzo-, a manos de los senadores que no veían con buenos ojos su ascensión, observada como un intento de devolver a Roma a los tiempos de la monarquía. No se alejaban mucho de la realidad, y a la sazón, la Historia les ha dado la razón. Pero debemos tener en cuenta que, aunque en Roma existía una República, éste es un modo de gobierno, en nada parecido al de las repúblicas actuales, de corte democrático. Aunque los ilustrados de finales del siglo XVIII como Gibbon, se empeñaran en ver un modelo a seguir en la política a llevar a cabo en su Europa.

Como he dicho anteriormente, las vidas de ambos hermanos, aunque cortas, fueron muy intensas, luchando ardientemente, aun después de perdida la guerra civil, contra los cesarianos que gobernaban ya las provincias. Concretamente en la Hispania Citerior, lugar donde se encuadra nuestra Carthago-Nova, llevaron a cabo varios movimientos bélicos, debido a que tenían el favor tanto de los iberos del Sureste como de los Celtíberos de la zona del valle del Ebro. Esto les hizo fuertes, e incluso acuñaron moneda, como nos relata Luis Amela. Este hecho fue imitado por ellos mismos tanto en Massalia como en Sicilia. 

Tras años luchando y ganando a las tropas cesarianas -no hay que olvidar que Carthago-Nova y Corduba estuvieron bajo su influencia algún tiempo-, un tratado firmado con Lépido -que más tarde formaría parte del segundo triunvirato junto con Marco Antonio y Octaviano-, les llevó fuera de la Península, dejando tras de sí una horda de seguidores, sobre todo en la costa mediterránea.

Así pues, se nos hace difícil imaginar una Hispania unida en la guerra de estos dos monumentos a la táctica e inteligencia militar que fueron Julio César y Cneo Pompeyo Magno. Podemos ver cómo unos pueblos hispanos apoyaban a uno o a otro dependiendo de la filiación que para con ellos se tuviera. Así pues, lo que algunas series de televisión actuales nos relatan -aunque estén basadas en hechos anteriores a las Guerras Civiles- habría que cogerlo con pinzas y colgarlo a secar, para luego, una vez limpio, ver el trasfondo político, que lo hay siempre, de cada manifestación actual. Debemos de tener en cuenta diversos factores a la hora de enfrentarnos cara a cara con las influencias que cada partido político pueda tener en diversos medios, que, a veces, no se esconden frente a ello. Esto, podría decir muy poco de ellos, pues siempre silenciarán lo que no les convenga, y darán coba al contrario. Ante esto, debemos abstraernos de lo que diga cada uno, y mirar con lupa todos sus comentarios, para después, llegar a nuestra conclusión, que nunca ha de ser de color negro o de color blanco. Obviamente todos podemos tener filiaciones de carácter político, y leer o ver diferentes medios, pero nunca debemos dejar que nos engañen del todo. Y nunca dejar que sea el ganador el que explique únicamente el hecho, pues será parcial. Aunque el del perdedor también.

Eso es lo que pasó, a mi juicio -que a veces peco de no tener-, con estos hermanos que, de no haber existido guerra civil -la cual parece ser que comenzó, en parte, con la muerte de su hermana, aunque eso lo dejamos para novelar-, se habrían convertido en dos de los mejores militares que habría tenido Roma. Y seguramente, Octaviano habría sido un chico enfermizo, poco amigo del campo, que destacaría en su labor de escritor.

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