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domingo, 5 de febrero de 2012

Llegada del Padre Ioannes a la "montaña mágica"

Tras hacer dos noches al final en Spartaria, anduvimos el camino que nos separaba la ciudad del enclave en el que ahora nos encontramos.
Los restos de edificaciones paganas campan a sus anchas, con personas que malviven en ellos. A las afueras, hemos observado un cementerio que se está levantando a la margen izquierda de la vía que usamos para dejar la ciudad. Con horror, pude comprobar como en una de las tumbas, estaban tirando parte de los restos de un pobre muerto infeliz, para poner a otro en su lugar, dejando a éste primero a los pies del segundo. Un hedor insoportable llega a nuestras fosas nasales. El olor de la muerte no deja indiferente a nadie. Y menos en esta ciudad, donde cada día llegan nuevos cadáveres procedentes de las guerras que tienen contra los impíos godos. Esos llegados del norte, y que gobiernan desde más allá de las montañas que separan la zona de costa con el interior de Spaniam. Esos que gobernaban en Galia hasta que fueron expulsados por cruenta guerra.
Siguiendo en parte la antigua calzada romana, hemos pasado a caballo por lo que, creo, en otros tiempos fueron enterramientos de los romanos que gobernaron estas tierras, hace unos cuantos siglos. Las personas que viven alrededor, han destrozado el reposo de los que moraban las antiguas ciudades de los muertos. Que saludaban, a veces alegremente, a los caminantes que se acercaban a Carthago, la de las amplias murallas. Murallas que, parece ser que están siendo restauradas en parte. Nos comentó nuestro guía, Apostholos, que también habían visto restos de la que dicen, era la muralla que levantaron los fenicios llegados de Africa. Pero mis compañeros y yo, dudamos que sea cierto. 
Nos habían dicho, que incluso en algunas de las tumbas vivían personas. Y hemos podido constatar que esto es cierto, porque en la Hilada de piedras que quedan intactas de los antiguos, se levantan casas de una sola habitación. Las personas que las habitan han robado parte de las cubriciones de las tumbas, quedando las cenizas y huesos al aire. Es una imagen decadente, que viene a completar lo que pensábamos sobre la "capital" de la Renouatio de Iustinniano.
Pero el contraste con el paisaje que hemos podido ver en los montes cercanos, donde una vez hubo minas, es desolador. Todavía hay pequeños grupos de buscadores de tesoros y mineral, que secuestran a niños y los usan para entrar en las cámaras que quedaron abandonadas. Muchas veces esas cámaras se desploman, quedando los niños atrapados. Mi colega Vercinx, -nombre puesto por su padre, todavía impío-, tuvo que actuar y consolar a un padre. Su hijo, esclavizado por unos malhechores, fue sepultado en una de esas cámaras. Dos semanas después, sólo encontraron su cuerpo desmembrado, y sin brazos. Nuestro hermano, se quedó para acompañar a los padres en la liturgia por el niño, de siete años.
Finalmente, tras un día duro de camino, viendo más crueldades y penas de los hombres, llegamos, como de improviso, a la "montaña mágica". Es como llegar a otro mundo totalmente distinto. Hemos dejado atrás la penosa civilización, y hemos arribado a un vergel, cercano al mar. Todo en él es tranquilidad. Los árboles se agolpan en un festín de vivacidad, llegando a tapar, incluso, la pequeña ecclesia construida a la falda del monte. Tienen razón los que lo tildan de mágico, aunque caigamos en herejía. Sientes una paz al llegar, que te inunda y contactas con Nuestro Creador. Unos hermanos, llegados de diversos puntos del antiguo imperio que ahora se hace pedazos, se han instalado en la ladera del monte, realizando pequeñas cuevas. Viven de ermitaños, y los hermanos que viven abajo les suben comida y agua.
Pronto enviaré noticias sobre cómo es la vida aquí, pues recomiendo a todo cristiano que peregrine, por lo menos una vez, a ésta parte de la Carthaginense, apartada de toda banalidad. 

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