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lunes, 9 de agosto de 2010

De Reading y otros viajes 1








En Junio de 1999 comencé mi pequeño periplo de vivencias viajeras. Reading fue mi primera casa fuera de la propia, en la Citerior. Allí me acogió la familia Long, cuyo hijo pequeño, era mi compañero de intercambio.
Las vivencias y lo aprendido (sobre todo a no llevar demasiado equipaje), me sirvieron, tanto a nivel educacional como personal.
Los amaneceres en Reading son la expresión de todo lo bueno que tiene Inglaterra -aunque es verdad que no llovió en toda la estancia-. Campos de un verde especial, de ese que te dice, tírate y revuélcate, es gratis! Personas abiertas y simpáticas, que se portaron con este caprichoso aprendiz de algo. Todavía recuerdo recoger el bus que nos llevaba al instituto a las 7:36 am, exactamente...
Las mañanas en Londres, pateando Carnaby, Oxford st., o Picadilly (en busca de música de esa de la rara, como dice mi madre).
Todavía conservo los originales de Stephen Wolf, Sugar Ray y Jamiroquai que adquirí en la HMV, junto con entradas a Chesinton Park, y los pósters de Lennon o Kravitz. ¡Y los pantatoles! Cinco mil pesetas al cambio, oiga. Que luego en Murcia los encontrabas por el doble como poco.
Días felices de instituto, para contrarestar los días duros de pérdidas queridas. Buenos profesores y buenos compañeros con los que pasé una feliz estancia en una casa de las de película. De esas que vemos en las películas basadas en libros de Austen. Con pista de tenis (que no usé), con mesas y bancos para pic nic (que sí usé), pavos reales, música de INXS por las mañanas para desayunar...

Siguiente entrega, Francia

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