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domingo, 12 de septiembre de 2010

De Reading y otros viajes 3...Egipto!








Sin duda, el viaje más apasionante, divertido y carismático que he podido realizar, junto con Alemania (pero ese vendrá en futuras entregas).
Todo comenzó una tarde de Agosto de 2004. Volvía de hacer prácticas en el teatro romano de Cartagena (la primera e inolvidable vez que contacté de lleno con la arqueología). Creo recordar que estaba hablando con una antigua compañera de instituto y sonó mi viejo móvil...era una prima mía, que me ofrecía ir a Egipto...con los gastos pagados!!

Creo que ha sido la vez que más tiempo he estado en un avión, y la que más nervioso me he puesto, debido sin duda a que si estás a punto de salir de Amsterdam en un viaje de cinco horas a través de Europa y el norte de África, y de repente te dice el capitán que hay problemas con el motor, además de estar callendo un chaparrón considerable, creo que es para ponerse nervioso. Cuando menos, inquieto.
La estancia en aquel país deparó vivencias inimaginables hasta la fecha. Convivimos durante más de dos semanas, personas de países, religiones y pensamientos diferentes, en un ambiente estupendo. La verdad es que cuando ahora veo todo el odio que se desprende en la televisión, no entiendo de donde surge, porque, en aquel espacio-tiempo, las cosas se hablaban de manera tranquila.
Sé que en los últimos años, vivencias acaecidas han hecho que me vuelva un impresentable en muchas ocasiones. Pero dentro de mi "locura", quiero luchar por seguir creyendo que, otro futuro es posible. Aquel fue uno de los últimos resquicios en los que me apoyé para pensar que los humanos no somos malos por naturaleza, que todavía hay esperanza.
Más allá de la fastuosidad de las pirámides, -donde eché alguna que otra lágrima de emoción-, el viaje me sirvió para poder experimentar el entendimiento mutuo. El diálogo entre personas totalmente diferentes.
En la inmensidad del tiempo han quedado aquellos momentos. Pero nunca los apartaré de mi memoria.

Las noches en Dahab, fumando shisha. Ver el amanercer en el Mar Rojo, justo mirando directamente a Arabia. Cara a cara. El olor del desierto. El tocar el timbal en el Sinaí, mientras que arreglamos el autobús.

barakka!

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